La extorsión es un delito que tuvo un auge elevado hace unos años, decayó y en los últimos meses parece recobrar fuerza. Cifras del Centro Nacional de Información reportaron que a septiembre de 2019 el ilícito había presentado un aumento de 29.6% en comparación con el mismo mes del año anterior. En los primeros seis meses del año pasado se identificaron 11 mil 960 líneas telefónicas usadas para extorsionar, principalmente desde celulares.

En diciembre, el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, dio a conocer que a nivel nacional se habían registrado 33 millones de extorsiones, de las cuales 93.2% no fueron denunciadas.

En su forma de actuar los extorsionadores no suelen recurrir a la violencia física sino a la amenaza e intimidación sicológicas; sorprenden a la víctima y la hacen creer que tienen secuestrado a un familiar o que le están haciendo daño físico.

En la capital del país los criminales están convirtiendo en blanco a los adultos mayores. De acuerdo con el Consejo Ciudadano de la Ciudad de México, personas de la tercera edad están siendo monitoreadas y vigiladas para conocer sus rutinas; además de que se trata de un sector que no tiene el conocimiento para manejar el miedo que se propaga desde un teléfono celular.

Casos que dio a conocer este lunes el columnista Héctor de Mauleón confirman el nuevo modus operandi de las bandas. Contactan a personas de más de 70 u 80 años para hacerles creer que un familiar —usualmente un hijo o hija— se encuentra secuestrado, los obligan a presentarse en lugares específicos para que entreguen dinero, joyas o incluso el automóvil.

Durante mucho tiempo la autoridad informó que ese tipo de llamadas se hacían desde penales y por eso invirtió en dispositivos para evitar que desde los reclusorios salieran llamadas. Con el repunte de esos ilícitos ahora se menciona que se originan desde fuera, por la facilidad de comprar chips o celulares sin que tengan que ser registrados.

Sería conveniente que no se afloje el paso en el registro de celulares vendidos; hay tiendas de conveniencia que están incumpliendo con esa medida. Tampoco sería ocioso revisar si las cárceles volvieron a ser el centro desde donde se cometen esos ilícitos ni indagar sobre el tráfico de banco de datos. Experiencias relatadas por quienes han sido extorsionados refieren que los delincuentes cuentan con información confidencial.

Se trata de un delito que se dejó crecer a pesar de que su contención requiere de prevención y de concientización ciudadana, así como del empleo de tecnología. ¿Quién bajó la guardia?

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