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Afectadas lo mismo por el cambio de gobierno en México, como por un clima de riesgo de recesión mundial, las exportaciones mexicanas, consideradas el principal motor de la economía nacional, registraron su tasa de crecimiento más baja desde 2016, siendo el ámbito más afectado el petrolero con un retroceso de más de 21% en sus exportaciones, lo que es un dramático reflejo de la crisis por la que pasa Pemex, agobiada por el embate de la corrupción a su interior, el robo de combustibles y una caída sostenida en el precio de los hidrocarburos a nivel mundial.
En el sector manufacturero, si bien se reportó un crecimiento de las ventas mexicanas al mundo de 3.4%, en realidad comparado con 2018 se verificó un retroceso de casi 6%, pues en ese año el avance total fue superior al 9%.
La debilidad más acentuada fue la de un avance de apenas casi 4% en las ventas al exterior del sector automotriz, débil si se compara con los dos años previos cuando la cifra de crecimiento se había sostenido en alrededor de 12%. Caída que puede explicarse por los ataques y amenazas emprendidas por el presidente estadounidense Donald Trump contra las compañías de ese sector en particular con presencia en México.
La economía de un país nunca es un ente aislado del resto del entramado de la actividad comercial, energética e industrial del mundo, por lo que es de esperar que si se vislumbra un comportamiento de recesión a escala global, éste afecte en mayor o menor medida a las exportaciones e importaciones de cualquier nación, aunque puede golpear con más fuerza si en particular el gobierno se empeña en restringir su participación en la actividad económica nacional, pues su impulso es vital para que otros actores intervengan, como la iniciativa privada mexicana y las empresas trasnacionales con representación en México.
Es también comprensible que el freno en la economía, especialmente en el ámbito de los intercambios con el exterior, haya obedecido a la incertidumbre suscitada con respecto al futuro del acuerdo comercial con las dos potencias económicas de América del Norte, cuyo riesgo de desaparición parece haber sido conjurado una vez que el T-MEC ha recibido ya el visto bueno de los gobiernos de Estados Unidos y Canadá, con lo que puede esperarse que la situación de exportaciones e importaciones repunte dentro de unos meses con un saldo positivo y se retomen las cifras de crecimiento de años previos.
Se requiere una mayor atención del gobierno al tema. Si le va bien a la industria, a los productores y a la clase trabajadora, le irá bien al país en general.