La resiliencia tiene un límite, señala uno de los especialistas consultados por este diario sobre el drama de los desplazados por la violencia en México, 9 mil 700 personas tan solo el año pasado.
La aseveración del experto hace referencia al aguante que tienen los ciudadanos de un país ante el golpeteo de algunas situaciones desagradables, a las cuales inicialmente se intenta adaptar hasta que se colma el vaso y se desborda la paciencia, obligando a las familias a buscar nuevos horizontes en los cuales hacer su vida en paz.
Demasiada gente deambula por el país o busca salir de él, escapando de la violencia en sus lugares de origen, en un fenómeno social en el que los más afectados son los menores de edad, que lo resienten en forma de traumas emocionales, depresión, ansiedad y frustración, y de los que algunos no suelen salir bien librados, siendo presa fácil de adicciones o de ingreso al mismo ciclo de violencia que los llevó a desplazarse, desarrollando conductas antisociales o de desadaptación a modos normalizados de vida.
Las cifras alarman aun más al conocer que en todo el mundo, desde que las ONGs llevan este registro desde 1998, un estimado de 357 mil personas se han visto obligadas a dejar sus casas a causa de la violencia en sus localidades de origen o donde habían conseguido establecerse.
En México, el fenómeno de la violencia generada por el narcotráfico y en menor medida —pero no menos importante— la relacionada a otras formas de agresión social como los secuestros, las extorsiones, la delincuencia común, el acoso sexual o la convivencia en un entorno de pandillas, ha orillado a cientos de familias a desplazarse a otras regiones del país en pos del sueño de una vida tranquila. Los estados más afectados por esta situación son Guerrero, Chiapas, Chihuahua, Oaxaca, Michoacán y Sinaloa, aunque en fechas recientes podrían agregarse otras entidades sacudidas por la violencia, como Guanajuato, Tamaulipas o incluso el Estado de México.
Todavía se está a la espera de los resultados efectivos de la estrategia de este gobierno en materia de seguridad, que ni siquiera con la creación de un nuevo cuerpo policiaco, la Guardia Nacional, y un mayor involucramiento de las fuerzas armadas en la vida civil, ha podido bajar los índices de inseguridad en el país. Por eso no basta con decretar el fin de una guerra o de hablar de abrazos al crimen, hay que procurar al pueblo seguridad y estabilidad reales.