Las acciones tomadas y los pasos que está dando el gobierno mexicano en el sector energético, al impulsar una nueva Ley de la Industria Eléctrica y de Hidrocarburos, están encendiendo los focos rojos en el tablero de las relaciones exteriores de Estados Unidos.

Organismos empresariales de EU, como el American Petroleum Institute, están emitiendo alertas sobre cambios de reglas del mercado, obstaculización de inversiones privadas, violación de compromisos y hasta amenaza de “expropiaciones indirectas” que pudieran darse en un futuro por parte de nuestra nación hacia activos estadounidenses o canadienses.

Es un reclamo que se ha venido intensificando y que se une a los de legisladores estadounidenses, cámaras industriales, empresarios, y hasta incluso uno desde el propio Departamento de Estado, en donde se advierte que el gobierno mexicano está llevando a sus socios comerciales a una relación desigual e inequitativa en el que destaca la discriminación a las empresas extranjeras a partir de un mal entendido nacionalismo.

El reclamo que se hace por parte de los petroleros de EU es justo toda vez que hay acuerdos, tratados y compromisos con socios comerciales que nuestro país ha suscrito y que debe respetar.

Son compromisos que no pueden ni deben ser omitidos. México debe recordar que los acuerdos comerciales establecidos con sus socios de América del Norte incluyen cláusulas en las que se ha comprometido a otorgar un trato no discriminatorio a las empresas de los países firmantes.

México debe pensar y calcular muy bien los pasos que va a dar en este sentido, antes de tomar decisiones que afecten sus relaciones comerciales e industriales, tanto actuales como futuras. Especialmente tener presente que no podrá exigir justicia ni equidad comercial si antes él mismo no garantiza un trato justo a sus pares. No es comprensible que ante las ofertas e iniciativas que desde el extranjero llegan para efectuar inversiones en México, nuestro país responda con estrategias encaminadas a estimular prácticas monopólicas para favorecer a las empresas del Estado en detrimento de sus actuales o posibles socios en el campo energético.

No es momento para echar por la borda tanto esfuerzo y trabajo empeñados en lograr acuerdos como los aún prevalecientes, ni exponer a México a infracciones, sanciones o represalias en pos de un presunto revanchismo ante supuestos o reales desequilibrios y disparidades de la relación comercial. En el juego de las relaciones comerciales e industriales con el exterior no se trata de doblegar a nadie ni cobrar viejas rencillas, sino de buscar que todas las partes ganen y fortalecer la relación común.