El eventual regreso de alumnos de educación básica a las aulas desató hace unos días una polémica cuando una asociación de planteles privados dio a conocer que este lunes 1 de marzo reanudarían clases presenciales. La Secretaría de Educación Pública desautorizó el anuncio y precisó que el retorno a las aulas tendrá lugar cuando el semáforo de riesgos por la pandemia sea de color verde. ¿Cuándo debe darse la apertura de escuelas? ¿Cómo debe ser el retorno?

En Jalisco se dieron los primeros pasos hacia el regreso formal a las clases. Ayer la tercera parte de las escuelas públicas y privadas de educación básica y media superior abrieron sus puertas para recibir a los alumnos que se han retrasado en el aprendizaje a distancia, que se estiman en 20% del total.

Solo puede asistir un máximo de nueve estudiantes por aula cumpliendo con los protocolos sanitarios. Las acciones de regularización académica son voluntarias para los planteles y las familias de los estudiantes.

En medio de la pandemia debe ponerse sobre la balanza —por un lado— la afectación socioemocional y la adquisición limitada de conocimientos que se da en la modalidad “en línea” o “aprende en casa” y -por el otro- el riesgo de que los contagios vuelvan a dispararse y los casos aumenten, como ocurrió de diciembre a febrero.

El estado de Jalisco había anunciado que retomarían las clases para los alumnos de educación básica el pasado 25 de enero. La situación de la emergencia sanitaria no lo permitió y la medida simplemente se aplazó.

¿Por qué las escuelas no pueden ser incluidas en un esquema similar al que ha operado para el comercio y distintas empresas? Cuando las condiciones lo permiten abren de manera controlada con aforo y horario reducidos; si las condiciones se modifican, se adoptan nuevamente las restricciones.

Ahora que —aunque lento— comenzó el proceso de vacunación, es oportuno que en algunas zonas del país se retome la reapertura de centros escolares, de manera paulatina, controlada y de común acuerdo con las autoridades de salud. Esto no debe implicar la exposición de docentes con comorbilidades a situaciones de riesgo ni imponer medidas a las familias.

Una mala planeación, un inadecuado monitoreo o un retorno acelerado podrían ser acicates para una nueva ola de la pandemia.

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