Una más del austericidio como política de gobierno es el recorte en el presupuesto para mantenimiento de la infraestructura para energéticos que pondrá en riesgo para 2021 la estabilidad física de las instalaciones de Pemex y la Comisión Federal de Electricidad (CFE), e indefectiblemente afectará tanto la continuidad de sus operaciones como su rendimiento productivo, al que el gobierno actual apostaba como tabla salvadora de la economía nacional.
Las dos empresas van a reducir en casi 15 mil millones de pesos el gasto que destinan al mantenimiento de plataformas, refinadoras, turbinas, plantas generadoras, así como a su red de almacenamiento y distribución.
En Pemex la reducción será de casi 6 mil 300 millones de pesos, mientras que en CFE el recorte rondaría los 8 mil 600 millones de pesos.
Dentro de la petrolera, las áreas más golpeadas serán las de exploración, producción, refinación, almacenamiento y distribución, donde quedan descartados en especial programas de mantenimiento en unidades de exploración y perforación de pozos.
En CFE, donde el monto proyectado para 2021 reduce a casi la mitad lo destinado a mantenimiento, deja a varios programas prácticamente sin un solo peso para ese rubro, pegándole en especial a centrales generadoras, así como a unidades de transmisión de energía eléctrica. Lo anterior con el consiguiente riesgo para los trabajadores que operan en las mismas, al tratarse de equipo sensible que maneja gas y vapor a presión.
Para ambas empresas no solo se traduciría en una posible parálisis de su producción, sino podría también suscitar situaciones más graves como accidentes fatales para el personal, daño ambiental y hasta la posibilidad de generar conflagraciones que impliquen la deshabilitación parcial o total de la infraestructura o hasta la desaparición física de instalaciones específicas y estratégicas. Ello a consecuencia de que hay algunas, como en Pemex, con una antigüedad de hasta 74 años.
El recorte de 15 mil millones de pesos es una virtual amenaza a un sector tan importante como el energético, que hace quedar en riesgo no solo en su viabilidad —en instantes en que la crisis económica y sanitaria exige no carecer de un rubro tan estratégico para la estabilidad nacional—, sino que también compromete la seguridad de sus trabajadores y la del entorno social y ambiental en el que se hallan establecidas las instalaciones, así como la propia inversión patrimonial que se ha hecho en ellas. Ahorrar en mantenimiento siempre será una mala decisión, pues tarde o temprano pasa una factura por un monto mayor al del gasto que se quería evitar.