Pese a los enormes e innegables avances que se han logrado en América Latina en materia de educación sexual, en legislación en pro de los derechos sexuales y reproductivos de la mujer, así como la conquista en favor de la interrupción legal y segura del embarazo, y en el reconocimiento social de la paridad de género y la plena inclusión de la población femenina en el campo laboral, nuestros países siguen estancados en los índices de natalidad entre las adolescentes, que parecen estar ajenas a las luchas que en distintos frentes se realizan precisamente para evitar que se vean afectadas con embarazos precoces. Incluso las cifras se presentan marcadamente por encima de los índices y estándares internacionales y aunque debe reconocerse que algunas naciones latinoamericanas han experimentado avances favorables en el rubro, otras en cambio han mostrado acentuados retrocesos.

Un informe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) encontró una correlación entre la desigualdad económica de algunas naciones de la región latinoamericana como Bolivia, Guatemala, Haití, Honduras, Perú y República Dominicana, con elevados índices de embarazos adolescentes que al parecer se explican por nula o escasa presencia de programas o campañas de educación sexual y reproductiva entre su población, aunada a la carencia de inversión estatal en métodos anticonceptivos para distribución entre los sectores demográficos más desatendidos por la asistencia social.

Casos paradigmáticos resultan los de Colombia y Venezuela, en donde la primera registró un aumento en el uso de anticonceptivos entre los adolescentes, donde pasó del 66 al 81%, mientras que en la vecina Venezuela se disparó el número de embarazos juveniles directamente relacionado con el desabasto de anticonceptivos y la crisis generalizada entre su población.

Hubo durante mucho tiempo en Latinoamérica una cruzada conservadora para evitar que se implementaran entre la población métodos de control de la natalidad, así como presiones, especialmente de asociaciones de padres de familia, para impedir que en las escuelas se hablara de sexo o que en los programas de estudio se incluyeran aspectos de educación sexual. Pero si hay algo que atenta contra el desarrollo de cualquier mujer es el tener un hijo recién entrada en la adolescencia, no porque el derecho a ejercer la maternidad sea malo en sí, sino porque a esa edad no se está preparado ni física, ni emocional o muchos menos económicamente para afrontar la importante responsabilidad que es ser madre. No tan pronto.

Google News

TEMAS RELACIONADOS