El foco de la pandemia ya pasó desde su origen en China, tras su paso por Medio Oriente, luego con su sorpresivo salto a Europa, su inusitado énfasis en Norteamérica para finalmente hacer de América su nuevo epicentro, de hecho haciendo del continente la región más afectada del mundo, por encima de la expansión desde su fuente original en Asia y su impacto en Europa.
Ante este nuevo giro de la pandemia, la Organización Panamericana de la Salud, a través de su directora, hace la advertencia a México para que se prepare a enfrentar aún un número mayor de casos, lo que contradice lo dicho por las autoridades sanitarias mexicanas que a la vez que afirman que ya estamos alcanzando el punto máximo de contagios, comienza a emitir directivas hacia el regreso a lo que será la nueva normalidad, tal vez bajo la presión de los sectores industriales que anhelan dejar ya de tener pérdidas económicas, pero que sólo generan confusión entre la sociedad al considerar que a partir de junio la vida volverá a ser como antes.
Pero ante el riesgo de nuevos y mayores contagios, y de que junto a un rebrote se presente la temporada de influenza estacional esperada para la segunda mitad del año, hay una necesidad de que ese retorno a la nueva normalidad sea consensuado, no una imposición que se efectúe desde el gobierno federal, dado de que cada estado tiene sus peculiaridades y muchos de éstos han referido no estar en condiciones de retomar la normalidad. Así que lo más sano para el país en su conjunto es que cada gobierno defina su fecha de regreso a la cotidianidad.
Es de lamentar que como acusa la Conago, que haya sido poco el diálogo que se ha dado entre los gobiernos estatales y el federal, deplorable en un momento de crisis sanitaria, económica y de seguridad cuando lo que debería prevalecer es el acercamiento y la exposición de razones, posturas y propuestas. Por ello es que sería prudente que para atenuar las lógicas discordancias regionales, el país adopte el semáforo más exigente de retorno a la normalidad que ayude a evitar confusiones y que a la vez garantice la tranquilidad de que no se toman prematuramente decisiones que echen a perder todos los esfuerzos realizados.