Los discursos de apertura de la cumbre climática, que tiene lugar en Glasgow, fueron duros y acertados al momento de describir la situación actual del planeta ante el calentamiento global.
Basta de brutalizar la biodiversidad, basta de matarnos a nosotros mismos con carbono, de tratar a la naturaleza como una letrina, expresó el secretario general de Naciones Unidas, que busca convencer a los líderes mundiales de acelerar las medidas para contener el aumento de la temperatura global. Planteó, como medida mínima, que la comunidad internacional se comprometa a reducir las emisiones de dióxido de carbono en al menos 45% para 2030 “de lo contrario, solo cavaremos nuestra tumba”.
El secretario de la ONU no se encuentra errado. La comunidad internacional se encuentra remando a distintas velocidades.
Este año, la Unión Europea acordó reducir “al menos 55%” sus emisiones contaminantes para 2030.
México anunció desde 2018 que su compromiso para 2030 es reducir 22% sus emisiones de gases de efecto invernadero, aumentando a 36% si recibe apoyo y financiamiento internacional.
Ayer el primer ministro de India se comprometió a que su país alcance el nivel de cero emisiones netas de carbono en 2070, dos décadas después de lo que pide la ONU, sin mencionar un compromiso fijo para 2030.
China, junto con Estados Unidos una de las naciones más contaminantes, se comprometió a alcanzar el nivel cero para 2060.
Los discursos sonaron fueron fuertes al inicio de la cumbre climática en Glasgow, pero las palabras deben traducirse en compromisos y luego en acciones verificables que ayuden a construir un futuro más saludable para el planeta.
Si de este encuentro de alcance global no salen medidas concretas y un renovado acuerdo para mitigar la afectación al mundo, las generaciones futuras enfrentarán las consecuencias y será demasiado tarde para que ellas puedan enmendar lo que se puede hacer hoy. La consigna debe ser alcanzar acuerdo para actuar ahora y seguir disfrutando mañana de un mundo como lo conocemos hoy.