La relación gobierno-empresarios en lo que va de la actual administración federal es diferente a la que prevaleció en sexenios anteriores. Esta vez se marcó una división clara desde antes de asumir el poder. Las alusiones al sector empresarial en el sentido de que constituían una minoría rapaz y la decisión de cancelar el aeropuerto de Texcoco generaron fricciones.

Por esos motivos la imagen de ayer del presidente Andrés Manuel López Obrador reunido con los máximos representantes del mundo de los negocios debe ser la señal de un nuevo acercamiento.

La reunión fue el epílogo de una serie de encuentros en los que se discutieron contratos en materia energética firmados en gestiones pasadas, los cuales contenían –desde la perspectiva del gobierno federal– cláusulas consideradas “dañinas”. El objetivo era modificar los convenios y alcanzar otros que no fueran “desventajosos” para el gobierno. La conferencia diaria del Presidente fue el marco para anunciar la renegociación de contratos de gasoductos entre la CFE y empresas constructoras, producto del consenso de las partes.

La amenaza de desconocer de manera unilateral el contenido de los contratos y de recurrir a arbitrajes internacionales ocasionó desconfianza entre inversionistas nacionales y extranjeros, lo cual, sumado a la política de austeridad, aumentó presiones a una economía que ha desacelerado su dinamismo.

La solución se dio en buenos términos. Hubo voluntad de ambas partes, así como una actitud positiva.Si a partir de ahora prevalece una comunicación fluida entre gobierno y empresarios, las inversiones se desarrollarán de manera ágil, sin incertidumbre, con la consecuente generación de oportunidades de empleo. De inicio, ayer se anunció que hay en puerta mil 600 proyectos de infraestructura.

Si, por el contrario, se reavivan enfrentamientos entre el gobierno y algún sector de la sociedad, una parte del país puede paralizarse con inevitable afectación a la ciudadanía.

Ante los problemas más apremiantes, el país requiere de acuerdos, no diatriba ni descalificaciones a priori.

Las diferencias deben dirimirse mediante el diálogo y la sensatez, con voluntad de lograr acuerdos. Como ocurrió esta vez: sin ataques ni estridencias.

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