El diálogo, la negociación y los acuerdos –características del quehacer político– estuvieron ausentes los últimos tres años en el Congreso de la Unión. En lugar de ello prevalecieron la imposición, los monólogos y el sometimiento al Poder Ejecutivo. De manera pública, el presidente urgía a los líderes legislativos del partido en el gobierno a acelerar la aprobación de leyes que consideraba urgentes para su proyecto gubernamental y, además, hacerlo sin discusión, “sin cambiarle una coma” a las iniciativas.
Luego de las proyecciones de los resultados de la jornada electoral del domingo, se asoma la posibilidad de que en la próxima legislatura se retomen los acuerdos y la negociación. Morena, el partido en el poder, verá disminuido el tamaño de su bancada. En principio, a diferencia de 2018, quedó muy lejos de obtener la mayoría simple, lo que significa que perderá el control de la Junta de Coordinación Política, el mayor órgano de gobierno de la Cámara de Diputados –en la Junta de Coordinación se determina la agenda legislativa. Ahora, por ley, tendrá que compartir esa instancia con la segunda y tercera fuerzas en el Congreso.
En 2018 Morena obtuvo 247 diputados, pero alcanzó la mayoría simple (251 diputados) cuando legisladores del PVEM y del PT se sumaron a sus filas para alcanzar 256 integrantes. Repetir una acción como la de hace tres años luce esta vez más complicado, pues las proyecciones le dan un máximo de 203 legisladores.
La composición que se prevé para las distintas fuerzas en San Lázaro significa un mayor equilibrio. No habrá en esta ocasión una bancada –y aliados– que se convierta en una aplanadora que avasalle al resto de las fuerzas. Morena, que seguirá siendo la mayor fracción legislativa, se verá obligada a escuchar y a negociar, para aprobar los proyectos de ley que interesen a su movimiento.
Cada elección marca el sentir de la sociedad en el momento de la votación. El 6 de junio el mensaje ciudadano que se envió desde las urnas es el de elegir la ruta de la negociación. En el proyecto de país que se busque impulsar desde el Congreso no puede seguir dominando una visión soberbia que ignore las voces de quienes opinan distinto. Es el momento de conciliar y de buscar consensos. La historia señala que pocas veces se ha logrado. El desafío no será solo para la alianza oficialista, es también el reto de las fracciones opositoras.