La cultura, como la ciencia, son sectores que siempre coinciden en el reclamo de mayores recursos, sin importar el gobierno en turno. En épocas de campaña las promesas son vastas, pero la de asignar presupuestos suficientes nunca falta, aunque al final —ya en el ejercicio del poder— se impone una realidad de insuficiencia.
Actualmente la situación para la cultura, y para los creadores de cultura, pasa por un momento de incertidumbre ante la publicación de las reglas para el ejercicio del presupuesto anual.
En una revisión al reglamento, los creadores encontraron discrecionalidad en la insaculación de jurados que asignarán las becas —de las cuales no hay certeza sobre el número que se otorgará— además de opacidad en los mecanismos de selección de los creadores y artistas, así como la ambigüedad en las características para integrar los comités de selección.
La actualización del monto de los apoyos para Jóvenes Creadores es otro tema que consideran urgente, pues desde hace 10 años es de 8 mil pesos mensuales.
Lo que vive el sector es una extensión del caótico 2020, año en el que se ordenó la extinción de fideicomisos -para atender la pandemia de Covid-19, se argumentó- lo que implicó la desaparición del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca).
A esa situación se sumaron drásticos recortes hasta de 75% en los gastos operativos del INAH y de 80% para la Fonoteca Nacional. El único beneficiado fue el Proyecto Chapultepec, que recibió el doble de recursos.
En esta administración la cultura ha sido señalada como una práctica elitista. Y en cierto sentido es cierto, si se considera que quienes crean arte no son la mayoría de la población, pero ello no implica que formen parte de una élite económica, como se quiere dar a entender.
La asignación de recursos debe ser clara y sin dejar dudas de que el talento es lo único válido para tener acceso a una beca y no el aval a una ideología o a un proyecto político. Si así fuera, la cultura perderá su diversidad y tendrá un solo matiz. Un tono más bien opaco.