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Lo que parecía el objetivo central de la política migratoria mexicana que prevaleció en 2019, lo confirmó ayer la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios. La deportación de centroamericanos, específicamente de guatemaltecos, desde México, aumentó el año pasado 11% para ubicarse en casi 49 mil. En el mismo periodo las expulsiones de salvadoreños y hondureños de suelo mexicano se incrementaron 39% y 40% respectivamente.
En los hechos, México se adhirió a la política estadounidense de frenar la migración centroamericana y levantó un muro conformado por elementos federales que impidieron el avance de hondureños, guatemaltecos y salvadoreños.
No se rebate que cualquier migración debe ser ordenada, pero México no queda en la mejor posición cuando durante años millones de connacionales ingresaron a Estados Unidos sin documentos y ahora adopta las medidas que antes criticó; entre ellas, la concentración de migrantes centroamericanos en centros de detención –donde se quejan de falta de comida o atención médica– y la deportación misma.
Para el país, el tema representa un dilema. ¿Dar a centroamericanos el trato de intolerancia y expulsión que Estados Unidos ha ejercido sobre indocumentados mexicanos? ¿Cómo acogerlos con una economía cuya cobija apenas alcanza para cubrir a los nacionales? En ninguna de las circunstancias la acción del gobierno quedará del lado correcto.
Quizá por eso la administración federal se decantó también por promover el desarrollo en Centroamérica mediante apoyos económicos a gobiernos de la región, aunque los resultados aún no se notan y –más aún– falta una respuesta similar de Estados Unidos, nación que es el principal destino de quienes buscan una mejor calidad de vida.
En las deportaciones –al menos muchas de las que se realizan desde Estados Unidos– hay un cúmulo de injusticia. El caso más reciente es el de la mexicana Rocío Rebollar, de 50 años, de los cuales los últimos 31 los pasó en aquel país y fue deportada la semana pasada, a pesar de ser madre de un teniente del ejército de EU y de ser una pequeña empresaria.
Ya que México no puede acoger a todos los migrantes, deberá ser prudente en el trato a los centroamericanos que deporta. Es lo menos que puede hacer.