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Todos los presidentes de la República han aprovechado la oportunidad que representan los informes de Gobierno para hablar de sus logros, para señalar que la marcha del país se encuentra en la dirección correcta y para dar series de números que ratifiquen sus dichos. Los temas pendientes apenas son mencionados, mientras los errores o las faltas son ignorados.
El mensaje que dio ayer el presidente Andrés Manuel López Obrador desde Palacio Nacional no se alejó demasiado de las ceremonias realizadas a lo largo de este siglo, cuando los mandatarios dejaron de acudir al Congreso de la Unión para leer su informe a la nación.
Como antes, se enumeraron los logros —polémicos y dudosos para algunos sectores—, aunque esta vez el titular del Ejecutivo reconoció el principal desafío para su gobierno: la inseguridad. Señaló que no son buenos los resultados, que falta trabajar mucho todavía para obtener los resultados esperados y que hay un asunto de contubernio entre delincuentes y autoridades.
El diagnóstico no es diferente al que expertos han venido realizando desde hace algunos años. En administraciones pasadas la complicidad entre policías y autoridades quedaba en evidencia cuando corporaciones policiacas municipales eran intervenidas y destituidos todos sus elementos por vínculos con la delincuencia organizada. Esa práctica poco ha cambiado. Hoy EL UNIVERSAL da a conocer que 50 por ciento de los comisarios policiacos evaluados en el Estado de México resultaron no aptos para seguir al mando de la seguridad pública por presuntas relaciones con grupos criminales.
En la resolución de las necesidades nacionales, nueve meses es un periodo corto para afirmar que se han alcanzado de manera plena los objetivos de gobierno y debe serlo también para exigir la desaparición total de problemas de violencia que llevan al menos 10 años incrustados en varias regiones de México.
Es precipitado señalar que hay metas alcanzadas, porque el gobierno aún está en proceso orientar el rumbo del país y el camino que resta aún es demasiado largo.
En materia de seguridad y en muchos otros temas, a México le sirve más un gobierno que ejerce la autocrítica que el autoelogio.