Frecuentemente se piensa que los ataques de los criminales van dirigidos de manera casi exclusiva hacia el género másculino, pero resulta alarmante saber que más de 45 mil mujeres también fueron objeto de agresiones de diversa índole por parte de la delincuencia organizada en el transcurso de los últimos doce años, esto desde que el Banco Nacional de Datos e Información sobre Casos de Violencia contra las Mujeres (Banavim) lleva registro de estas dolorosas estadísticas, lo que no quiere decir que antes de entonces la población femenina estuviera exenta o libre de violencia.

El Banavim es una plataforma que se creó para llevar un conteo que permita conocer el impacto y la progresión de todas las formas de agresión dirigidas hacia las mujeres. Dramático conocer que en menos de una década, la violencia de género se disparó exponencialmente, pues si en 2008 se tenía sólo el reporte de un atentado de este tipo y durante 2009 no se recibió denuncia alguna, los ataques crecieron preocupantemente y con una velocidad inesperada a partir de 2010; para 2017 la cifra superó ya los 17 mil casos —asegurándose que a partir de entonces las cifras van ya a la baja—, lo que a su vez es reflejo del crecimiento del poder del crimen organizado y del correspondiente debilitamiento de los aparatos de seguridad del Estado mexicano, en donde no solo se vio la expansión de las actividades ilícitas como negocios lucrativos, sino el consiguiente impacto negativo hacia la población civil, en donde los delincuentes hace mucho que dejaron de discriminar a sus víctimas por edad, género o clase social. La violencia, hace mucho, dejó de ser cosa de hombres o de rivalidades entre grupos criminales.

Las agresiones inflingidas a mujeres por parte de las bandas delictivas que operan a lo largo y ancho de todo el país van desde golpes y lesiones, hasta secuestro, trata con fines de explotación sexual, violaciones y feminicidio.

Organizaciones civiles aseguran que las cifras son apenas un pálido reflejo de la verdadera dimensión de la imparable violencia que alcanza también a las mujeres y que por cada caso registrado en el Banavim, habrá muchos más que se callan por temor a represalias o por no ser objeto de revictimización por parte de las autoridades policiacas, que culpan a las mujeres de lo que les pasa por involucrarse o interponerse a actividades delictivas.

No sólo hay que garantizar la paz en el país sino crear estrategias específicas para la protección de nuestra población femenina, pues de la seguridad y tranquilidad de ellas depende la estabilidad de toda la nación.

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