En el combate al narcotráfico son públicos y antiguos los vínculos entre Estados Unidos y México para tratar de frenar la operación de los cárteles criminales. El intercambio de información de inteligencia ha sido clave en muchas ocasiones para dar golpes contundentes a la introducción de droga al vecino país o para capturar capos.

Se entiende la cooperación bilateral por la cercanía geográfica, por ser México un país productor y de tránsito de drogas y por ser Estados Unidos el principal consumidor.

Los tentáculos de los cárteles mexicanos, sin embargo, han crecido en los últimos años. En Colombia, por ejemplo, la presencia de narcotraficantes mexicanos se documenta frecuentemente en estas páginas. Hoy se presenta información sobre un lujoso centro nocturno donde jefes del narcotráfico colombiano recibían a sus socios mexicanos. De esa zona salen cargamentos de droga a bordo de embarcaciones semisumergibles con destino a Centroamérica y a costas mexicanas.

Otra muestra de la penetración de la delincuencia mexicana en la región es la reciente captura del expresidente hondureño Juan Orlando Hernández, acusado por Estados Unidos de haber recibido sobornos del Cártel de Sinaloa.

En 2017 el gobierno de Colombia advirtió que desde 2014 detectó un aumento del ingreso de narcotraficantes mexicanos de los cárteles de Sinaloa, de Jalisco y de otros que, como supuestos turistas y empresarios, penetran a zonas productoras de droga a comprar cocaína para exportar a México y Estados Unidos.

En 2021, el reporte Radiografía de la ominosa presencia de los cárteles mexicanos, elaborado por una organización colombiana, asentaba que “cárteles mexicanos provenientes de Sinaloa buscan garantizar la cadena de producción de cocaína para surtir las redes de contrabando de Centroamérica a EU y a México”.

A diferencia de lo que ocurre con Estados Unidos, el combate conjunto a grupos del narcotráfico por parte de México y otras naciones de América Latina luce de menor intensidad. La estrategia antidrogas no puede enfocarse únicamente en el norte, mientras el sur se asemeja a un gran boquete. Una efectiva lucha antidrogas no debería tener como objetivo impedir que sustancias prohibidas ingresen a Estados Unidos, es necesario que tampoco entren a suelo mexicano desde otros países de América Latina. Para un problema común se requieren acciones comunes y coordinadas.