Para miles de jóvenes que cada año terminan sus estudios, encontrar un puesto de trabajo al final de su vida universitaria es equivalente a sacarse la lotería. La economía del país lleva décadas quedando en deuda con aquellos que buscan insertarse en el mundo laboral, pues la generación de empleos formales siempre queda muy lejos de cubrir la demanda.

Este déficit se hizo más grande como consecuencia de la crisis producida por la pandemia.

Actualmente la población juvenil es la más afectada por la debilidad del mercado laboral. El país ha recuperado parte del más de millón de empleos formales que se perdieron por el confinamiento ocasionado por el coronavirus, pero aún falta crear 670 mil plazas para volver a los índices de febrero de 2020, cuando no iniciaba aún el freno económico. En este lapso alrededor de 2 millones de jóvenes llegaron a la edad de trabajar para ellos la cuesta luce bastante empinada, debido a que la economía no podrá ofrecerles una oportunidad de desarrollarse laboralmente.

Las opciones para este sector no son nada halagadoras. Van desde sumarse a las filas de la economía informal o aceptar condiciones precarias en la formalidad; sin descartar que actividades ilícitas se vuelvan un imán para obtener dinero fácil a costa de perder su libertad o su vida.

El programa del gobierno federal Jóvenes Construyendo el Futuro se planteó en 2018 apoyar a 2 millones 300 mil personas; en este año, está capacitando a poco más de 300 mil, de acuerdo con su sitio de internet, sin garantizar que al final los jóvenes se mantengan ocupados.

Invertir en los jóvenes es una de las mejores decisiones que cualquier gobierno puede hacer. En esta época en la que ser joven es una idea muy distinta a lo que ha prevalecido por décadas (clases virtuales, distanciamiento social, confinamiento) se vuelve obligado.

Abrirles oportunidades reales representa una oportunidad no solo individual, sino para sus familias y por supuesto para el país.

Se trata de personas que se asoman al mundo laboral con ilusiones; que en las jornadas de vacunación desbordan entusiasmo para tratar de sobrellevar la nueva normalidad. El país no puede fallarles nuevamente.