Los señalamientos hechos ayer por el presidente López Obrador contra la Universidad Nacional Autónoma de México, a la que acusó de haberse vuelto individualista y defensora de proyectos neoliberales, calaron con fuerza entre los mexicanos y consiguió que se levantara una ola de rechazo contra sus expresiones y en defensa de la educación superior.
La UNAM es el proyecto educativo más grande y útil para la nación, y es además una de las instituciones más apreciadas por los mexicanos y que ha permitido, pese a los embates neoliberales, la movilidad social de una parte de la población, además de que ha retribuido a México en forma de logros científicos, tecnológicos, académicos y culturales que han llevado a tres de sus egresados a ser distinguidos con distinciones tan importantes como el Premio Nobel.
A lo largo de su historia ha vivido sistemáticamente bajo asedio de todo tipo y que la han puesto al borde de su desaparición en varias ocasiones. Se le ha visto como botín político y se ha querido intervenir en ella de múltiples formas, desde lo laboral hasta lo académico, y afortunadamente siempre ha podido superar las adversidades y salir fortalecida de los baches en que se ha visto sumida.
En lo que va de este gobierno, al asedio comenzó con un anuncio casi al comienzo de la gestión presidencial para reducir el presupuesto de instituciones como la Universidad y el Politécnico y el llamado para que éstas hicieran más con menos, tema en el cual después ya no se insistió ante el riesgo de despertar un movimiento estudiantil de grandes proporciones.
Luego desde el partido oficial se propuso la modificación de la Ley Orgánica de la UNAM para hacer de ésta una institución democrática, mientras que el Presidente la acusó de ser asiento de mafias y cacicazgos cuyo principal objetivo era la imposición de rectores.
Ahora se le acusa de haber perdido su esencia de formación de cuadros de profesionales para servir al pueblo y de estar en un proceso de decadencia por tratar de estar acorde a los nuevos retos que plantean los cambios tecnológicos y sociales.
Se olvida que si algo caracteriza a la Universidad es su diversidad, que no es un ente monolítico de pensamiento único, sino que tiene que progresar junto con la sociedad que la sostiene y que le demanda enseñanza y soluciones.
Las universidades públicas son instituciones ciertamente perfectibles, pero el querer someterlas a la austeridad en lugar de dotarlas de más recursos como lo demanda su vital misión de cambio y progreso social, es anclar a toda una nación en el atraso e imposibilitar cualquier intento de avance colectivo.