En las acciones para contener el calentamiento global hay países que de manera incuestionable tienen una mayor responsabilidad por sus emisiones de contaminantes a la atmósfera debido a su actividad industrial. China, Estados Unidos e India concentran prácticamente la mitad de las emisiones globales, por lo que les corresponde adoptar medidas de mayor envergadura para reducir el aumento de la temperatura en el mundo. Pero el otro 50% no puede incumplir; se requiere de la acción conjunta para tener éxito en la conservación del planeta.

Con ese fin, el 4 de noviembre de 2016 entró en vigor el Acuerdo de París. Un tratado internacional que firmaron 196 naciones para limitar el cambio climático. Cada país elaboró y dio a conocer sus planes para avanzar en el objetivo común.

En unos días se cumplen cinco años de las primeras medidas puestas en marcha por las naciones. ¿Cómo avanza México en el cumplimiento de los compromisos adquiridos? En una revisión que organizaciones y especialistas hacen de las medidas, la lectura más positiva es que el cumplimiento se encuentra estancado, en un impasse.

Una de las acciones que más se ha señalado es que el plan de acción climática (conocido a nivel internacional como NDC, Contribución Determinada a Nivel Nacional), que se instrumentó en 2015, tuvo en 2020 una actualización que no profundiza la lucha contra el calentamiento global, únicamente la ratifica, a pesar de que el mandato es acelerar cada vez más las medidas.

México cuenta con una ubicación geográfica privilegiada para impulsar energías no contaminantes, como la solar o la eólica, y marcar la pauta al menos de manera regional, pero la política oficial aún se aferra a la generación de energía por medio de procesos poco amigables con el ambiente.

De acuerdo con reportes de agencias internacionales, México es responsable de aproximadamente 1.3% de la contaminación global y está en el lugar 13 como país emisor de gases de efecto invernadero.

México podría explotar todavía los últimos años de uso que se le pronostican a las energías fósiles, pero no puede mostrar pasividad en el desarrollo de energías limpias ni en su compromiso con el planeta. De no ser así, la naturaleza puede pasarle una factura muy cara al país.

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