Para muchos de los que han pasado por la experiencia Covid y en un momento en que podría dar la impresión de que ya se está en una situación más estable y de bajo riesgo, las secuelas de la enfermedad en sus organismos están lejos de haber terminado y hasta podría decirse que un nuevo calvario recién comienza.
Mientras para una inmensa mayoría para quienes, aun habiendo contraído el Covid-19 y gracias a las vacunas disponibles, la enfermedad no pasó de ser un leve trastorno respiratorio de rápida remisión, pero para un grupo reducido que podría ir desde unos 2 mil afectados –según los conservadores reportes de la Secretaría de Salud-, hasta medio millón de mexicanos –si nos apegamos a los cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS)- que estarían reportando secuelas de diversa índole que, en buena parte de los casos, requieren nuevas hospitalizaciones o gastos médicos que corren a cargo del propio enfermo y su familia.
Es un hecho el impacto por el costo que esto va a tener sobre los servicios de salud, que de por sí ya están al límite y bajo mucha presión: sin medicamentos, sin equipos especializados, sin vacunas y sin especialistas, al grado de que ya tenemos que exportarlos del Caribe.
Para la OMS, hasta una quinta parte de todos los contagiados por Covid están presentando algún grado de afectación posterior, que para algunos está llegando a ser incapacitante para continuar su vida tal y como la tenían antes de la pandemia.
Trastornos respiratorios, de movilidad y hasta cognitivos, producto de la baja oxigenación que sus pulmones le permiten, es apenas la punta del iceberg de un universo de hasta 203 secuelas relacionadas con el Covid, y que parece golpear especialmente a gente con comorbilidades previas.
Y es necesario reconocer que por las carencias del sistema de salud mexicano, una vez que un enfermo de Covid recibe su alta, no se le da seguimiento acucioso, lo que hace que problemas que surgen posteriormente, no se les relacione con el coronavirus, o que el afectado aprenda a vivir con ellos.
No hay que mirar a otro lado. Es una población que va a tener que aprender a convivir con la enfermedad y sus secuelas; si el Estado pone de su parte para aligerarles la carga, será buena ayuda.