Al alcanzarse ayer la cifra de los 90 mil fallecimientos causados por la pandemia de Covid-19 en México —que superan ya por 30 mil más el escenario “catastrófico” previsto en algún momento por la Secretaría de Salud—, a la vez que el número oficial de contagiados alcanza ya más de 906 mil casos, vale replantear si se está hablando de un conteo fiel o uno desfasado de su dimensión real.
Los 90 mil decesos son los de las cifras oficiales, pero hasta el propio gobierno reconoce que hay un subregistro o por lo menos un desfase en el reporte nacional de casos. Debe entenderse entonces que lo que se reporta cada noche en la conferencia de salud desde Palacio Nacional son en realidad números de días atrás, porque hay entidades que tardan en manifestar sus cifras, sumado a que muchos fallecimientos se registran en la privacidad del hogar.
Por lo anterior, hay quienes haciendo un cálculo temerario, se atreven a decir que las cifras oficiales se deben multiplicar por 2.5 veces para tener una idea más aproximada de la extensión real del problema epidemiológico en el país.
Y esto va en el sentido de lo que podría tomarse como un indicador más palpable y cercano a la realidad de la pandemia en México: la de los servicios funerarios, ya que se trata de un paso ineludible. Si bien hay que tener presente que no todas las defunciones son causadas por el Covid —buena parte de ellas son también consecuencia de la inseguridad y hasta por la desatención de otras patologías por el enfoque puesto sobre el coronavirus—, lo cierto es que sí hay un reporte de incremento en inhumaciones y cremaciones.
Poco más de la mitad de los panteones ubicados en zonas urbanas del país reportaron haber recibido en la primera mitad de 2020 una cantidad mayor de inhumaciones que en el mismo periodo del año previo, concentrándose especialmente en las ciudades con una mayor densidad de población.
En cuanto a quienes vencieron al virus, es altamente encomiable que en la Ciudad de México se dé seguimiento a los pacientes de Covid que estuvieron hospitalizados y se recuperaron, porque aunque se les dio de alta, su estado de salud ya no vuelve a ser el mismo al que tenían antes del contagio y para muchos los cuidados posteriores se vuelven parte de su nueva vida al quedar con daños irreversibles en su aparato respiratorio.
Para el resto de la población, el cuidado continuo es la única arma posible mientras no haya una vacuna disponible y en la cantidad suficiente para atender a la mayor cantidad de habitantes del planeta. Vale la pena continuar con la prudencia.