Cuando Daniel Ortega concluya el periodo presidencial que inició ayer tendrá 81 años de edad. ¿Intentará buscar una nueva reelección si la salud se lo permite para volver a ser presidente de Nicaragua? Si así lo decide tendría amplias oportunidades de triunfar. Bastaría que repita la fórmula utilizada esta ocasión: violar derechos humanos y principios democráticos.

Quienes hicieron públicas sus intenciones de aparecer en la boleta electoral como candidato presidencial fueron enviados a prisión. Años atrás se encargó de que el Congreso eliminara la ley que prohibía la reelección consecutiva.

Este año su gobierno encarceló a más de 40 dirigentes opositores, activistas y profesionales, entre ellos seis hombres y una mujer aspirantes a la presidencia. Todos siguen en prisión junto a otros 120 “presos políticos”, de acuerdo con organizaciones opositoras.

Se trata del cuarto mandato de forma consecutiva y el segundo en el que su esposa Rosario Murillo lo acompaña como vicepresidenta. De concluir el actual periodo –en 2027– habría gobernado 20 años ininterrumpidos, a los que se suman los años en los que integró la gobernante Junta de Reconstrucción Nacional, de 1979 a 1985, --luego de que el movimiento guerrillero que encabezó derrocó la dictadura de la familia Somoza-- y a los que hay que agregar los años de su primer periodo formal como presidente, de 1985 a 1990.

Las elecciones que lo llevaron a su cuarta presidencia fueron desconocidas por la Organización de Estados Americanos y por la Unión Europea, por carecer de legitimidad democrática. En la votación en la OEA para desconocer el proceso, México se abstuvo de apoyar la decisión.

Con el argumento de que el interlocutor (OEA) carece de las “credenciales mínimas para procurar un diálogo constructivo y viable”, México ha dejado que en la nación centroamericana se pisotee la vida democrática y se ejerza un autoritarismo que va en contra de la población nicaragüense.

El desarrollo de los países nunca estará completo si a sus sociedades no les está permitido expresarse de manera libre y proponer rutas alternas a la prosperidad por medio de procesos electorales. Nicaragua es una de esas naciones. El grupo que emprendió una lucha contra un gobierno dinástico terminó siendo aquello que combatieron.