El futbol es un espectáculo familiar, un entretenimiento en el que no debería permitirse ningún tipo de violencia que ponga en peligro a los asistentes, pero los sucesos registrados el pasado fin de semana en el estadio Corregidora de Querétaro, han llevado a reconsiderar la presencia de los grupos de apoyo y animación deportivos, anteriormente conocidos como porras, que no hay que olvidar que nacieron en el futbol americano universitario y que fueron los que dieron lugar a los porros, grupos de choque e intimidación al interior de los centros educativos, que imponían su ley sobre la comunidad con la que interactuaban.
Sin embargo, las actuales barras del futbol soccer fueron adoptadas en la década de los 90 al copiar a los grupos de aficionados de ese deporte en Argentina y otras naciones de América del Sur, y que una vez incrustadas en el panorama mexicano, dieron lugar a organizaciones que de cuando en cuando han cimbrado con violencia los estadios mexicanos.
Para hacer frente a la impunidad con la que estos grupos parecen actuar en tribunas, canchas y exteriores de los campos deportivos, se ha anunciado que se procederá a hacer un padrón de aficionados afiliados en torno a las barras de futbol, y entre cuyas medidas se encuentra la credencialización, la toma de fotografías de ingreso al estadio, el escaneo de ropa y mochilas para detectar armas u objetos prohibidos, y la instrumentación de técnicas de reconocimiento facial.
Aplicar los recursos que la tecnología actual permite son medidas pertinentes, pero revelan que no es un problema de leyes sino de falta de aplicación de éstas.
Hay amplia experiencia internacional en cuanto a la violencia tanto dentro como fuera de los estadios. Solo así el Reino Unido pudo controlar su problema con los miembros de las barras conocidos como hooligans, no así en Sudamérica, donde las grescas entre hinchadas se repiten cíclicamente.
Pero en México las medidas correctivas no sancionan a las barras, sino a los equipos de los que son seguidores. Así, sicarios vestidos de aficionados tienen tomado al futbol mexicano, y hasta se han señalado sus vínculos con la delincuencia organizada, por lo que es un problema que se dejó crecer sin control y sobre el que ahora se intenta poner orden.
Esta vez iniciativas de ley buscan la extinción de las barras bravas. Lo ideal sería que en lugar de las sanciones, se enfoquen en la prevención, que se lograría con la adopción de los recursos tecnológicos citados, para que las tribunas no se vuelvan a manchar con el color de la tragedia.