El narcotráfico, como en la mitología griega, es un monstruo al que se le corta una cabeza y le surgen más. De ello, México tiene un cúmulo de evidencias.
A mediados de la década de los 80 se inició un intenso combate contra grupos del crimen organizado; los primeros resultados fueron la captura de capos como Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo, pero el escenario delictivo se modificó de manera mínima.
Más de tres décadas después, el país continúa inmerso en un clima de violencia ocasionado principalmente por cárteles que se disputan territorios para la venta de droga y áreas de traslado de narcóticos.
La Ciudad de México, que alguna vez fue considerada un oasis en medio de la inseguridad sin freno que dominaba en otras regiones, en años recientes comenzó a padecer también la presencia abierta de grupos criminales. Cártel de Tepito, La Unión, La Anti-Unión, Cártel de Tláhuac se volvieron términos comunes en las páginas de notas policiacas.
El narcomenudeo se fue expandiendo de manera paulatina por la Ciudad de México. Actualmente, de acuerdo con un estudio de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, la operación de los grupos locales del narcotráfico se modificó. De las alcaldías céntricas se trasladó a alcaldías como Cuajimalpa, Magdalena Contreras y Álvaro Obregón, en especial a esta última. Los reportes señalan que Álvaro Obregón es centro de distribución y almacenamiento de drogas.
La investigación confirma la cualidad del narcotráfico de multiplicarse, pues la autoridad identifica a más de 50 grupos asentados en esas tres alcaldías, los cuales, al mismo tiempo de que se dedican a la venta de drogas, incurren en el robo y venta de vehículos, así como en la extorsión a pequeños negocios y a tianguistas.
A pesar de lo anterior, la erradicación del crimen no es imposible. Si las actividades de narcotráfico disminuyeron en la zona centro, también pueden reducirse en donde ahora proliferan. En el documento se reconoce que Álvaro Obregón es la que menos cámaras de vigilancia tiene y que la policía local no es suficiente para la zona. Dos datos relevantes para saber por dónde iniciar.
Otras acciones que también podrían adoptarse es facilitar la presentación de denuncias –en especial anónimas. El delito de extorsión, por ejemplo, requiere de reserva para no sufrir represalias fatales de los delincuentes. La vigilancia policial, por su parte, tendría que ser cercana a la población. Ambas tareas podrían devolver la confianza ciudadana en las corporaciones de seguridad e impartición de justicia; sin esto último, se complicará alcanzar un clima de seguridad.