Explosiones originadas por una toma clandestina de gas ocurridas la madrugada de este domingo en la periferia de la ciudad de Puebla se suman a una lista de hechos similares ocurridos en la zona, en los últimos 10 años, y vinculados al robo de combustible.
En esta ocasión la rápida reacción de autoridades, que desalojaron a más de 2 mil personas luego de que se percibió un olor a gas, evitó una tragedia de mayores proporciones. Aunque las imágenes de 50 viviendas afectadas por los estallidos muestran un alto grado de destrucción en los inmuebles, el reporte es de al menos una persona muerta y 10 más lesionadas.
Poco se ha hablado últimamente de la ordeña de ductos de gasolina o gas, el famoso huachicol, pero la explosión de ayer sirve para recordar que es un problema que permanece y que no ha terminado a pesar de cruzadas oficiales para erradicarlo. En el predio donde se originó la fuga del combustible se encontraron una pipa y 25 cilindros de gas de 20 kilos.
Las bandas que se dedican a la ordeña de ductos han sabido compenetrarse con la población que más carencias tiene, lo que les ha sido útil para encontrar una suerte de respaldo social cuando enfrentan el combate de los cuerpos de seguridad. El costo, sin embargo, es elevado y puede costar la vida. No están lejanas las escenas de terror en Tlahuelilpan, Hidalgo, hace poco más de dos años, cuando decenas de personas se arremolinaban en torno a un ducto abierto por huachicoleros, que luego salió de control y generó una explosión que dejó decenas de muertos.
Tragedias de este tipo pegan usualmente a los más vulnerables. Empujados por los grupos criminales o con la esperanza de un alivio momentáneo de sus carencias, participan en el ilícito aunque ello represente literalmente jugar con fuego.
El combate para erradicar la ordeña de ductos no está terminado. El número de tomas clandestinas en ductos de Petróleos Mexicanos aumentó 6.6% en el primer semestre de este año, en comparación con el mismo periodo de 2020.
Las zonas donde mayormente se comete el ilícito se conocen desde siempre. Son bombas de tiempo que urge detener, antes de que se registre una nueva tragedia.