Cielos limpios y despejados, animales silvestres merodeando por las calles de algunas ciudades, especies vegetales retomando espacios antes vedados a ellas por el paso de personas y vehículos, aromas y sonidos antes imperceptibles, así es el panorama reportado alrededor del mundo por la suspensión parcial de la actividad humana.

Una imagen más que simbólica de esta “recuperación” del planeta es la de delfines en la bahía de Acapulco dejando una estela bioluminiscente en su paso nocturno por las aguas del Pacífico mexicano, un fenómeno que se sabía existía pero que se antojaba más que increíble de presenciar en un puerto con tal saturación de turismo, embarcaciones y contaminación de todo tipo.

Un descenso global de 8% en las emisiones de CO2 que pese a la parálisis internacional del trajín humano, pareciera aún poco, es sin embargo suficiente para hacer un cambio perceptible en la calidad del aire. Por regiones, el impacto parece ser aún más evidente: China, señalado como el país más contaminante del mundo, redujo su polución en 18% (250 millones de toneladas menos de dióxido de carbono emitidas a la atmósfera); mientras que para Europa se prevé en conjunto una caída de más de 24% y hasta 388 millones de toneladas menos. Finalmente, Estados Unidos calcula habrá emitido unas 600 millones de toneladas menos al final de la pandemia.

No obstante esas sorprendentes cifras, un sondeo efectuado entre los holandeses revela el pesimismo de algunos de sus ciudadanos, que señalan que no todo puede ser positivo como lo celebra el enfoque ambientalista y que la pandemia de Covid-19 forzosamente habrá de dejar un efecto negativo sobre las metas climáticas de los organismos internacionales que cuidan de la salud del planeta, mientras no haya una política que estimule a la industria no contaminante por encima de la tradicional.

Parte de la reflexión que surge de todo lo que pudo obtenerse al suspender gran parte de las actividades humanas es, ¿qué tanto podría sostenerse así este equillibrio para poder mantener lo que pudo limpiarse en el planeta, para que el ambiente pueda tener un respiro? Con esto se demostró que el reducir de golpe el impacto humano sobre la naturaleza sí se refleja casi de inmediato y sí puede darse un beneficio al medioambiente. Así que cuando en nuestra mente equiparemos a la parálisis de las actividades humanas como una crisis, debemos también dejar de pensar en ello en términos económicos y comenzar a verlo también desde la perspectiva del valor de los positivos efectos ambientales. Como se ha dicho, podría ser la señal para un nuevo comienzo.

Google News

TEMAS RELACIONADOS