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La vida legislativa del país desarrolla un dinamismo como probablemente no se había visto.
Tanto a nivel federal como local se observa discusión y aprobación de leyes. El saldo, sin embargo, no produce optimismo.
Los grupos legislativos mayoritarios están haciendo valer su fuerza numérica incluso por encima de la ley o en detrimento de valores democráticos.
Baja California fue el primer caso. A principios de julio el Congreso local modificó la Constitución estatal para ampliar el periodo de gobierno del mandatario electo que tomará posesión el 1 de noviembre. El electorado acudió a las urnas con el conocimiento de que elegiría un gobernador para un lapso de dos años; ahora, antes de que asuma el cargo, los legisladores simplemente informan a la ciudadanía que decidieron ampliar el periodo a cinco años.
A finales de ese mes se dio un cambio en la Constitución estatal de Tabasco para elevar sanciones a quienes se manifiesten contra la construcción de alguna obra pública o privada. Las críticas provinieron incluso de la Organización de Naciones Unidas, cuyos relatores especiales para la libertad de opinión, la libertad de asociación y de derechos humanos expresaron su preocupación por la criminalización de la protesta ciudadana y por el corto tiempo de debate y adopción de la reforma.
Esta semana, en Veracruz, se dio un episodio más en el que se impone la fuerza política mayoritaria. La Comisión Permanente del Congreso local, no el pleno, determinó separar provisionalmente de sus funciones al fiscal del estado, funcionario que mantiene públicas diferencias con el gobernador estatal.
A nivel federal la fracción mayoritaria también intentó hacer valer su mayoría olvidando acuerdos y normatividad vigente, para mantener a uno de los suyos al frente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados. La decisión de Porfirio Muñoz Ledo de no aferrarse al cargo evitó el avasallamiento de las demás fuerzas legislativas.
Los casos mencionados son evidencia de que los grupos políticos se muestran más interesados en imponer sus hegemonías que en abrir canales de diálogo con las fracciones contrarias. Lo que mucho tiempo se le criticó a partidos que tenían mayoría –como el PRI– ahora lo reproducen quienes exigían el respeto a la pluralidad.