Un retroceso de por lo menos una década en los sistemas educativos de Latinoamérica podría haber sido la consecuencia del impacto de la pandemia de Covid-19 sobre los niveles básicos de enseñanza en la región, según los pronósticos de diversos especialistas que de entrada ven que no se pudieron cubrir los objetivos de los planes de estudio a distancia.
Lo anterior, junto con la brecha digital, llevó a la exclusión de amplios grupos poblacionales, lo que se tradujo además en altos índices de deserción escolar, acicateada además por la crisis económica.
Como la mayoría de los problemas de América Latina, el retraso en la educación no es sino un indicador más de la desigualdad que se vive en la región. En los hechos, para contar con una educación de óptima calidad, es mediante una inversión económica, ya sea subvencionada sin escatimar por el Estado o de forma personal mediante pago que permita el acceso a la enseñanza privada.
La contingencia sanitaria por la pandemia de Covid-19 vino a demostrar que aun tratándose de educación gratuita a cargo de los gobiernos, la desigualdad vuelve a jugar en contra de las clases más marginadas y necesitadas, pues el confinamiento para evitar contagios y con la única opción de tomar clases a distancia, se dejó fuera a las familias que no cuentan con dispositivos para conectarse o con dinero para costear un servicio de internet.
En México queda en evidencia que el reto de la educación es vencer las desigualdades, ya no es como en los años 30 del siglo pasado cuando el objetivo era construir y abrir tantas escuelas como fuera posible y hacer una Marcha por la Educación, enviando a maestros a todos los rincones del país.
Hoy, si se quiere crear una economía del conocimiento, como la que pudieron levantar las naciones hoy conocidas como tigres asiáticos (Taiwán, Singapur, Corea del Sur, Hong Kong), que por guerras o colonización quedaron tan mal o peor económicamente que México, y que desde hace un par de décadas o más constituyen referentes de avance tecnológico y social, resultado de que sus gobiernos apostaron por la educación de calidad como recurso para salir de la pobreza y generar bonanza.
Seguir su ejemplo fue un debate que en México quedó perdido con la reforma educativa pasada, y que no pudo implementarse comenzando por las reticencias de los mismos profesores que desaprobaron el ser evaluados y estar en constante actualización. Es hora de reconsiderar para enmendar todos los rezagos.