El mundo entero desea libertad. ¡Libertad ya! Libertad para caminar, libertad para transitar, libertad para soñar. Deseamos y añoramos esa libertad de salir y reunirnos. De esa libertad que teníamos y un día perdimos.

La idea misma de estar encerrado es claustrofóbicamente desesperante. Cuántos no sabíamos realmente valorar nuestra libertad hasta que hemos tenido que estar encerrados. Cuántos pensábamos que salir a las banquetas y saludar a nuestro vecino, eran acciones rutinarias en nuestra vida; acciones que ahora las tenemos vedadas y no sabemos, muy bien, hasta cuando.

Tanto estar guardado en casa, como la prohibición de salir me han hecho reflexionar sobre la libertad en general. Sobre aquellas grandes acciones y aquellas magníficas personas que logran dar un paso más en la historia de la libertad humana.

Por supuesto, pienso en personajes como Simón Bolívar (El gran libertador de América); pienso en nuestros héroes de la independencia, Miguel Hidalgo, Morelos; pienso en los ilustrados quienes lograron derrocar al absolutismo monárquico e instaurar una república democrática; pienso en Gandhi. Pienso en aquellos hombres y mujeres que tuvieron el valor de levantarse y luchar por algo que se pensaba inalcanzable. ¿Será sólo talante y fuerza?, ¿qué catapultará a estos personajes para realizar esas hazañas?

No me refiero únicamente a las injusticias sociales. No me refiero a los valores por los que luchó. Me refiero, internamente, psicológicamente, qué acciona esa parte del ser humano.

Entonces recuerdo personajes como Martín Luther King, que es mundialmente conocido, y sus acciones fueron reconocidas; ese hombre que logró hacer su sueño realidad. Pero hay otros héroes que han sido, posiblemente víctimas de un mediano anonimato. Al recordar a Luther King, tenemos que recordar a Rosa Parks.

Aquella mujer que, en 1955, como todos los días, tomó el transporte público para volver a su casa, en esa época, los vehículos estaban divididos con una línea: los blancos delante y los negros detrás. Así, la gente de raza negra subía al autobús, pagaba al conductor, se bajaba y subía de nuevo por la puerta trasera. Ese día, Rosa Parks, negó cederle el asiento a un chico blanco que recién subía. La policía le preguntó por qué se negaba, a lo que Parks contestó: porque estoy cansada de que ustedes siempre nos estén mangoneando.

Otro de estos personajes que visita mi memoria, es Günter Schawobski. Muchos dicen que fue un error. Que todo comenzó por una equivocación de él. Sin embargo, tiendo a pensar que más bien fue un acto de valentía-rebeldía que desató la destrucción de la gran muralla. Ese ícono de la segunda mitad del siglo XX; la pared que dividía y recordaba la existencia de dos mundos, de dos realidades. Noviembre de 1989, todos tuvimos conocimiento de ese hecho, el joven Schawobski, en un discurso dado en Alexanderplatz, declara que todas las leyes para viajar al extranjero quedan automáticamente derogadas; con efectos inmediatos. No tardaron los jóvenes en cruzar, escalar y destruir ese muro que los había separado del mundo. Auxiliados por otros tantos, al otro lado. Una imagen que nos parte el corazón, pues son eso: jóvenes que destruyen una historia de odio y segregación con sus propias manos y con sus propias palabras.

Historias de este tipo, hay por doquier. Es cosa de irlas buscando y almacenando en la memoria. La cuestión es que el ser humano siempre ha luchado por la libertad. Siempre buscándola y protegiéndola en cualquier rincón y a cualquier precio. Al menos, la historia así nos lo ha hecho saber.

Sin embargo, llegamos a un momento histórico, en el que los héroes se deben guardar y renunciar a ella. Arribamos al momento en que la libertad es atacada por algo que no se puede derrotar con palabras, ni con valentía ni con nuestros puños, sino con nuestra ausencia, nuestro retiro y nuestra cuarentena. Todos añoramos la libertad, pero sobre todo, añoramos luchar por ella.



Magistrado del PJCDMX. Exembajador de México en Países Bajos

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