¿Puede bailarse con desgana? Para que un baile sea fluido y no forzado, la coordinación y el compromiso son fundamentales. En ausencia de ambos, se vuelve imposible formar una conexión y vienen los tropiezos. Si bien todo está puesto para establecer un mejor ritmo en las relaciones México-Estados Unidos, ambos países deben comprometerse a encontrar sinergias, o de lo contrario, seguirán pisándose los pies y desaprovechando oportunidades.

Recién llegado a la Casa Blanca, el presidente Biden había apostado por abordar la relación bilateral sin tratar de frente sus principales irritantes (cambio climático, energía, trato a inversionistas, etc.). Además de poco ambicioso, este enfoque desaprovechaba las oportunidades que el nuevo T-MEC ofrece para trabajar mano a mano en la creación de cadenas de valor resilientes y su desvinculación de China, resolver la escasez de semiconductores, dispositivos médicos, y combatir el tráfico de drogas y la inflación, entre otros temas que apremian. Dos años después, en Washington queda claro que barrer las tensiones bajo la alfombra tiene un altísimo costo de oportunidad para ambos países.

Sin embargo, la falta de resultados y una para los demócratas apuntan a una reevaluación estratégica de la relación México-Estados Unidos por parte del presidente Biden. Entre los acontecimientos favorables están mejores niveles de aprobación presidencial, el avance de las investigaciones contra Trump, la creación de más de medio millón de empleos en julio y sendos triunfos legislativos con la aprobación de la Ley de Ciencia y Semiconductores y la Ley para Reducir la Inflación. La última tendría un impacto directo en México y hace mención explícita del potencial de Norteamérica como el centro de producción conjunta más grande del mundo.

Con una posición más firme al interior, Biden ha decidido romper el silencio y abrir la conversación con México empezando por la consulta energética –a la que igualmente se sumó Canadá. Más que un simple reclamo, las consultas del T-MEC deben entenderse como una sobre el compromiso de México con el Estado de Derecho (Wayne) y la credibilidad del país como socio estratégico en momento críticos.

Por primera vez desde el inicio de su presidencia, Biden muestra disposición en romper con la desidia y ha estirado la mano a México para resolver sus diferencias de manera abierta y por la vía institucional. Sin embargo, para lograr la armonía en el baile, ambas partes deben demostrar interés. Cuanto más tarden AMLO y Biden en resolver sus diferencias e identificar puntos en común, más difícil será encontrar un ritmo que convenga a los dos países.

La apuesta es clara: si AMLO decide bailar con desgana y se cierra al planteamiento de Estados Unidos para negociar una salida mutuamente beneficiosa, México no sólo se está jugando su lugar en Norteamérica y el mundo, sino también el potencial de crecimiento del país para las siguientes tres décadas. Cualquier acción o declaración que no tome en cuenta lo anterior, dañará irremediablemente la reputación de México como socio serio y responsable.

La industria mexicana está bien posicionada para aprovechar el reacomodo de las cadenas de valor provocado por la invasión de Ucrania y la opacidad China, pero para aprovecharse del contexto, es necesario que los procesos de consulta se resuelvan de manera adecuada y siguiendo lo previamente pactado y aceptado en el T-MEC-. Más allá de la geografía, también es importante que la infraestructura, clima de negocios, disponibilidad de energía y regulación mexicana estén a la altura del reto. No sorprende después que otros países como Vietnam sí aprovechen el contexto actual y ahora exporten seis veces más semiconductores a Estados Unidos que México (con una tasa de crecimiento anual ocho veces mayor a la nuestra).

Si no se logra una solución negociada y la consulta llega a un panel, este emitiría su fallo en 2023, cambiando drásticamente el tono de relación a unos meses de elecciones presidenciales en ambos países y tan sólo a dos años de la revisión del T-MEC en 2026. Cuando se baila con desgana, los riesgos de quedarse sin pareja son demasiado altos.

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Investigador en The Brookings Institution

 

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