En la Conferencia de Seguridad de Múnich de 2007, el presidente Putin manifestó el malestar y temor que la expansión de la OTAN, en el este de Europa, representaba para Rusia porque se había emplazado infraestructura militar defensiva en sus fronteras. Ante la realidad de que Ucrania se convirtiera en un nuevo miembro de la OTAN, el liderazgo ruso lanzó una “guerra preventiva” a lo que denominaría como “operación especial militar” que, junto con el “reconocimiento” de las repúblicas del Donbás, son esfuerzos por equilibrar las fuerzas geopolíticas europeas a favor de Rusia.
La lógica de la geopolítica occidental descansa en los postulados del geógrafo John Mackinder y el teórico de origen polaco Zbigniew Brzezinski. El primero asegura que, el que domine la región del “heartland”, es decir, Rusia más parte de Asia Central puede controlar al mundo, mientras que el segundo, recomendaba a Estados Unidos, en su calidad de hegemonía, incorporar a Ucrania al mundo occidental para debilitar a Rusia porque es una bisagra para su desarrollo como potencia euroasiática, sin ella solo podría aspirar a ser una potencia asiática.
A raíz de las acciones bélicas rusas, la Unión Europea se encuentra amenazada. Como respuesta, renovó su debilitada alianza con Estados Unidos; dejará de depender de los recursos energéticos rusos; y está más decidida que nunca en reestructurar su seguridad colectiva a través del fortalecimiento de las capacidades defensivas de la OTAN, principalmente en los países que conforman el “perímetro defensivo” contra Rusia. En ese sentido, el “Concepto Estratégico 2022” de la organización deja claro que Rusia representa la mayor amenaza para la seguridad europea, pero también, catalogó a China de ser un “desafío geoestratégico y sistémico” para la seguridad euroatlántica, postura que converge con la “Asociación para la Infraestructura y la Inversión Global” que propusieron los miembros del G7, para que, con un fondo de 600, 000 millones de dólares, se contrarreste la influencia china en países de ingresos medios y bajos.
Como represalia por su “invasión”, Rusia ha quedado aislada del mundo occidental, haciéndola más dependiente de Asia y, más cercana de China. Días antes del anuncio de la “operación especial militar”, los presidentes Xi y Putin firmaron una “asociación sin límites” y, entre otras cosas, propusieron un nuevo debate sobre el pensamiento de seguridad internacional, a lo que más tarde, en el Foro de Boao 2022, el presidente chino presentaría como la Iniciativa Global de Seguridad (IGS). Según el concepto, la seguridad de cualquier Estado no debe estar supeditada a expensas de la seguridad de otro, y la mentalidad de la Guerra Fría, es decir, la creación de bloques defensivos regionales debe abandonarse. La iniciativa es integral, aunque ambiciosa porque plantea corregir la falla del sistema de seguridad internacional que es el “dilema de seguridad”, el cual hace que las hostilidades sean más propensas a detonar en un conflicto bélico.
Kevin Cai, en su libro “China´s Foreign Policy Since 1949. Continuity and Change”, señala que, para el gobierno del presidente Xi Jinping, la alianza con Rusia es estratégica porque le permite contrapesar los mecanismos de contención que Estados Unidos ha establecido en Asia Pacífico y que han limitado el desarrollo de China, como por ejemplo el “Pivote en el Este de Asia” de Obama y la “Estrategia Indo-Pacífica” de Trump y que el presidente Biden continuará empleando. De tal forma, China acepta las preocupaciones de seguridad rusas, porque se trata de un esfuerzo por salvaguardar su seguridad nacional ante la amenaza que significa la expansión de la OTAN.
Lo anterior no significa que China apoye a Rusia en la guerra contra Ucrania, como Estados Unidos y sus aliados sí han tomado partido en el conflicto. Por el contrario, antes de que iniciara el conflicto, China se declaró neutral y ha instado a las partes a sostener un diálogo para encontrar un consenso que permita implementar los acuerdos de Minsk. Más tarde, China declaró que podría mediar entre ambos para facilitar las pláticas de paz; y ofreció asistencia humanitaria a Ucrania por más de 1.5 millones de dólares. Aunque China no ha condenado las acciones rusas como occidente, sí lo ha hecho con los actos militares que van en contra del “derecho internacional humanitario”.
A pesar de que la IGS surgió en parte por el conflicto en Ucrania, para China representa un esfuerzo más en su política exterior para generar confianza entre los países que conforman la región de Asia Pacífico con la intención de disipar rivalidades, principalmente con Estados Unidos en el tema, por ejemplo, de Taiwán. Para China una de sus prioridades nacionales, según los Libros Blancos de su Ejército, es lograr su reunificación de forma pacífica, pero si las negociaciones se agotan o Taiwán declara su independencia, China activará el artículo 8 de la ley antisecesión de 2005 para llevar una unificación por medios coercitivos.
Al respecto, Estados Unidos implementa una política hacia el estrecho de Taiwán que varios analistas han calificado como “política de ambigüedad estratégica”. Consiste en que Estados Unidos reconoce la “política de Una China”, esto es, que Taiwán es un territorio que pertenece a China, al tiempo que sostiene relaciones comerciales con ambos, pero se desconoce si enviará tropas militares a favor de Taiwán si China utiliza el artículo 8, tampoco se sabe si apoyará a Taiwán si este, unilateralmente, declara su independencia.
No obstante, en la pasada reunión del Diálogo de Shangri-La, el ministro de defensa estadunidense Lloyd Austin reafirmó que Estados Unidos continuará suministrando “armamento con características defensivas” a Taiwán, así como el que ha estado enviando a Ucrania para su defensa contra Rusia. Probablemente, la ventaja estratégica para China del conflicto en Ucrania sea reconocer el funcionamiento de dicho armamento que ha sido asaz efectivo contra el armamento ruso.
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