Tras caer drásticamente como consecuencia de las estrictas regulaciones a la movilidad impuestas en la mayoría de los países del continente americano desde marzo del año pasado, durante los últimos meses, el número de migrantes que intenta ingresar a los Estados Unidos a través de la frontera con México se ha incrementado de forma sostenida. De acuerdo con las cifras más recientes de la oficina estadounidense de aduanas y protección fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés), el número de detenidos en su intento de cruzar a la Unión Americana sumó 54, 771 en septiembre de 2020, a comparación de los 47, 283 registrados en agosto y los 38, 536 reportados en julio del mismo año. Una tendencia a la alta que especialistas a uno y otro lado de la frontera coinciden en señalar se mantendrá en el corto y en el mediano plazo, dadas las disruptivas consecuencias económicas de la epidemia, e incluirá un importante contingente de migrantes mexicanos.
“Aquí, pocos nos vamos a quedar” confiesa María López, quien prefiere utilizar un seudónimo, mientras recorre con la mirada campos de alfalfa a los que hace falta mano de obra y un poco de agua. En este rincón del valle del Mezquital, en el corazón del estado de Hidalgo, la migración no es una respuesta nueva a los problemas, pero sí una a la que no se había recurrido en casi dos décadas. “Yo espero irme antes de que termine el mes” afirma convencida la mujer de origen hñähñu, etnia preponderante en estos confines de la entidad mexicana. María aspira alcanzar a sus tíos en Estados Unidos y, una vez allá, mediante el eventual envío de remesas, asegurar el sustento de sus tres hijos que se ha visto secuestrado con la llegada y el estancamiento de la pandemia por coronavirus en México. Durante la segunda mitad del siglo pasado y hasta los albores del presente, la población de esta región mitad agrícola y mitad semiárida del centro de México vio a su población migrar al norte a cuentagotas, fenómeno que resultado de campañas de concienciación gubernamentales y de la sociedad civil, así como de incentivos económicos, desapareció paulatinamente a lo largo de los últimos quinquenios, pero que hoy, ante la pandemia, amenaza con volver. Al parecer, el caso de María, confiesa la tenaz madre treintañera, no es el único.
De acuerdo con Shannon O’Neill, vicepresidenta y experta en estudios latinoamericanos del Consejo de Relaciones Exteriores de Nueva York (CFR, por sus siglas en inglés) durante los próximos meses “muchos más mexicanos se dirigirán al norte, de hecho, su número ya se ha incrementado; desde enero (del 2020), más mexicanos que centroamericanos han sido arrestados en la frontera”. Para la académica estadounidense, la pandemia ha empeorado todos los factores que inciden en la decisión de migrar, entre los que destacan la violencia, la inseguridad y la precariedad económica. En ello coincide Andrew Steele, presidente del Migration Policy Institute, un centro de investigación especializado en políticas migratorias con sede en Washington D.C., “el deseo de la gente por migrar es ahora mucho mayor que nunca antes dada la situación económica” explica el investigador.
Según estimaciones de la Comisión Económica para América Latina de Naciones Unidas (CEPAL), durante el 2021 la pobreza en la región alcanzará a 230 millones de personas, 95 millones de las cuales enfrentarán contextos de pobreza extrema. Esto como consecuencia de las expectativas de crecimiento a la baja, que de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional implicaran una contracción económica del orden del 10% para América Latina y el Caribe, con prácticamente todos los países de la región en recesión. En México, el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), prevé que como resultado de los estragos económicos del covid-19, se produzca “una profundización de la pobreza y la desigualdad” en el país.
El fenómeno migratorio como consecuencia de la pandemia no se verá trastocado solamente en el contexto norteamericano. Según previsiones de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la agencia líder en la materia dentro del sistema de Naciones Unidas, “a pesar de las restricciones a la movilidad impuestas por la pandemia, los migrantes continúan embarcándose en viajes clandestinos para huir de la violencia y la pobreza buscando una vida mejor”. De acuerdo con las más recientes cifras de la OIM, las rutas a través del Mediterráneo hacia Europa, desde Turquía y el Norte de África, y a través del Atlántico hacia el archipiélago español de las Islas Canarias desde África Occidental, registraron un aumento durante los últimos diez meses del 2020.
En el 2007, de acuerdo con CBP, 808, 688 mexicanos intentaron ingresar a los Estados Unidos a través de la frontera de forma irregular, doce años después esos números descendieron considerablemente, llegando a los 230 mil en 2019, resultado de políticas migratorias más restrictivas por parte de Washington, pero también de una relativa mejora en las condiciones económicas en las regiones de alta expulsión de migrantes en México. Durante el 2020, según CBP, fueron más de 300 mil los mexicanos detenidos al cruzar de forma indocumentada la frontera, el primer incremento de dicha cifra en más de un quinquenio. La narrativa de que más mexicanos regresan a México de los que migran a Estados Unidos que por varios años ha sustentado un diálogo a iguales con Washington en materia migratoria, las previsiones del incremento en el número de migrantes mexicanos y el complicado contexto político en uno y otro país, al que ha de sumársele el inicio de una nueva era en la relación bilateral con la llegada de Joseph Biden a la Casa Blanca, podrían hacer del 2021 un año rijoso en materia de migración entre los dos países.
*Escritor, periodista y diplomático mexicano. Su libro más reciente es ‘Cartas de Nueva York’ (Taurus, 2020).