Lamentablemente la gran mayoría de las personas vivimos el día a día tratando de sobrevivir el hoy, muchos se atreven a pensar en el mañana tan solo como un reto cotidiano, las preocupaciones y responsabilidades absorben prácticamente toda nuestra energía y el soñar se ha convertido en un lujo exclusivo para unos cuantos, valientes quienes se atreven a hacerlo en medio de las malas noticias que nos abruman por todos lados; asesinatos, corrupción, alza de precios y la partida de muchas y muchos a consecuencia de la pandemia en la que hemos aprendido a vivir.
Nos quejamos de todo y por todo, acusamos a los demás, ya sea al vecino, al dueño de la compañía o a quienes están en el gobierno, todos tienen la culpa menos nosotros mismos, pareciera bajo este contexto que no hay solución o por lo menos no a la vista.
Sin embargo, no todo está perdido, trascender más allá del promedio, vencer diversos obstáculos y superar reto tras reto, son características de las personas y las cosas que valen la pena.
Sin importar el grado o nivel de responsabilidad en la estructura, ya sea laboral, social o familiar, todas y todos podemos romper la inercia de caer en el fracaso, primero dejemos de echarle la culpa a nuestro pasado, a una mala infancia, a la inflación, al gobierno, a la suerte o quien sea, asumamos nuestra responsabilidad y hagamos algo al respecto.
Uno de los grandes problemas que nos aquejan como sociedad y ciudadanía de cualquier Estado, es que los gobernantes hacen planes solo por lo que dura su mandato -y eso como si trabajaran a partir del primer día y hasta el último, pero ya todos sabemos la realidad.
A diferencia de los gobiernos o incluso de las empresas privadas donde todo plan tiene un plazo perentorio, nuestros planes, sueños y metas personales pueden ir más allá del tiempo, solo tenemos que soñar, creer y luchar todos los días por conseguirlo, a veces no es fácil, hay días complicados, pero pasan y se superan.
Basado en la confianza tanto en nuestra pareja como en nosotros mismos, el amor es un claro ejemplo de las cosas que pueden trascender, aquellas que en algún momento parecían no estar en nuestro destino y, sin embargo, pareciera que fueron iluminadas en plena obscuridad por una pequeña y tenue luz como señal para mostrarnos el camino correcto.
Pueden pasar diez, quince o veinticinco años y sin darnos cuenta vivimos un sueño hecho realidad, o una realidad que parece un sueño.
Felicidades a quienes tienen algo que sea para toda la vida y un poquito más, en lo personal, soy un afortunado por seguir enamorado como hace 25 años.