No se enseña ética para saber qué es la virtud,
sino para ser virtuosos.
Aristóteles
sino para ser virtuosos.
Aristóteles
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El tema de la ética en la política parece contradecir en buena medida la obra intitulada “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo, texto clásico entre los estudiosos de la ciencia política y, entre los que hacen de la política su principal actividad, de modo que deberíamos considerar analizar si los paradigmas contenidos en dicho documento realmente causan un beneficio a la población de un Estado, en razón de que la falta de valores entre los seres humanos va en detrimento de nuestra dignidad como personas y gradualmente destruye a la sociedad y a nuestro medio ambiente, por lo que dichos valores y principios, una vez que se encuentran perfectamente identificados, deben enseñarse a los niños en las escuelas y en sus hogares a través del ejemplo de los padres, sería una actividad que no abandonaríamos durante el resto de nuestras vidas porque se haría parte de éstas.
Ante la falta de atención por parte de los gobiernos hacia sus gobernados, así como el incremento de los escándalos sobre corrupción que se han dado en los últimos años, la sociedad está inconforme y se ha manifestado ante los gobiernos sin que éstos demuestren capacidad de respuesta, la cual es en gran medida por la falta de calidad moral de quienes representan a la autoridad en los tres órdenes y los tres niveles de gobierno, sin importar la ideología o instituto político al que pertenezcan o del que hayan emanado, y, por lo tanto, sus discursos suenan vacíos, no generan ya confianza en la sociedad, son discursos que en muchas ocasiones rayan en el cinismo, en lo antiético.
La ética debe aplicar para toda aquella persona que trabaje en cualquier institución gubernamental, sin importar el cargo que desempeñe. Sin importar su clasificación, la ética debiera aplicarse universalmente, en todos los ámbitos de convivencia del ser humano, iniciando desde la casa, pues es ahí donde las actitudes y costumbres, buenas o malas se convierten en valores, en enseñanzas para convivir con la sociedad sin importar en que campo se desarrolle cada quien y de qué lado del escritorio este uno sentado.
Es fundamental que toda vida humana sea tocada por la ética para saber distinguir entre lo que resulta beneficioso o perjudicial para el conjunto, al cual pertenecemos todas y todos y que llamamos sociedad.
El descuido y la falta de atención que se ha tenido en el ámbito público por cuidar el actuar de los servidores públicos, por hacerles sentir y recordar que trabajar en el gobierno debe de ser un honor y ese honor se dignifica en servir no en servirse, se debe resolver el problema de la moral para de ahí partir y combatir la corrupción; en estos tiempos tenemos que reeducar al servicio público y luchar por hacer de la virtud una característica de quienes en él se desarrollen.
De acuerdo a la historia hemos o deberíamos de haber aprendido que, si se llega al poder sin virtud se es incapaz de gobernar bien y su actuar será movido por el deseo de riqueza, teniendo a la corrupción como herramienta para satisfacer dicho deseo. Este deseo por la riqueza encuentra entre sus causas más comunes la codicia y la avaricia, que en pocas palabras son los deseos de poseer lo que los otros tienen y tener más y más, no importa si es a costa de otros, el problema en estos deseos es que nunca quedaran satisfechos, no hay forma de encontrar el límite.
Otra causa es la inconciencia, quien no tiene conciencia vive en la ignorancia- de ahí parten todas las demás causas, sin conciencia estamos impedidos para poder distinguir lo bueno de lo malo, no visualizamos las consecuencias de nuestros actos y su repercusión en la sociedad, hacer el bien o hacer el mal son lo mismo, se convierten en lo normal y es ahí donde se dispara exponencialmente la corrupción, en la ignorancia de quienes ocupan sin honor el servicio público.
No se trata de establecer un nuevo marco jurídico, un código de ética o un sistema de denuncias y sanciones ejemplares, todo lo anterior ya está plasmado desde nuestra Carta Magna y en la Ley de Responsabilidades de los Servidores Públicos, se encuentra en blanco y negro el deber ser del individuo que se dedica al servicio público y las consecuencias de salirse de la norma, el problema viene en el incumplimiento de la norma, ahí se encuentra el problema, y para contenerlo tenemos que poner atención al comportamiento de los servidores públicos, fomentar el interés por la ética en los asuntos públicos, buscar la interiorización de los valores éticos en todo servidor público y las que tienen que ver con la educación y formación del individuo, desde el ámbito familiar, durante su formación académica y en el proceso de ingreso y permanencia en el servicio público.
En la formación integral del ser humano radica el éxito de la sociedad a la que se pertenezca, mientras se sigan creando falsos héroes capaces de retar a la autoridad rompiendo e infringiendo las normas, mientras no existan consecuencias estrictas para aquellos que se escudan en los vacíos de la ley para quebrantar el espíritu de la misma. Sería poco e irresponsable decir que todo seguirá igual, todo será peor.
La pasividad de la sociedad no debe ya de prosperar, es tiempo de generar, educar y fomentar a los ciudadanos que se harán cargo de gobernarnos, es importante reconocer que, en esta lucha, la suma de las pequeñas acciones hacen grandes cambios, desde una “inocente” mentira en casa, pasarnos un alto y ofrecer una dadiva a cambio de que no nos infraccionen, son el inicio de una larga cadena de actos de corrupción, por ello es importante despertar esa conciencia de valores, en las personas servidoras públicas, en las y los empleados, en la juventud y la niñez para que, como una ola en el mar, llegue poco a poco a quienes los rodean, familia, amigos, vecinos y que ellos sean los portavoces de que conocen a una o un mexicano que no es corrupto. Por todo esto urgentemente necesitamos de la Ética Pública.
Ante la falta de atención por parte de los gobiernos hacia sus gobernados, así como el incremento de los escándalos sobre corrupción que se han dado en los últimos años, la sociedad está inconforme y se ha manifestado ante los gobiernos sin que éstos demuestren capacidad de respuesta, la cual es en gran medida por la falta de calidad moral de quienes representan a la autoridad en los tres órdenes y los tres niveles de gobierno, sin importar la ideología o instituto político al que pertenezcan o del que hayan emanado, y, por lo tanto, sus discursos suenan vacíos, no generan ya confianza en la sociedad, son discursos que en muchas ocasiones rayan en el cinismo, en lo antiético.
La ética debe aplicar para toda aquella persona que trabaje en cualquier institución gubernamental, sin importar el cargo que desempeñe. Sin importar su clasificación, la ética debiera aplicarse universalmente, en todos los ámbitos de convivencia del ser humano, iniciando desde la casa, pues es ahí donde las actitudes y costumbres, buenas o malas se convierten en valores, en enseñanzas para convivir con la sociedad sin importar en que campo se desarrolle cada quien y de qué lado del escritorio este uno sentado.
Es fundamental que toda vida humana sea tocada por la ética para saber distinguir entre lo que resulta beneficioso o perjudicial para el conjunto, al cual pertenecemos todas y todos y que llamamos sociedad.
El descuido y la falta de atención que se ha tenido en el ámbito público por cuidar el actuar de los servidores públicos, por hacerles sentir y recordar que trabajar en el gobierno debe de ser un honor y ese honor se dignifica en servir no en servirse, se debe resolver el problema de la moral para de ahí partir y combatir la corrupción; en estos tiempos tenemos que reeducar al servicio público y luchar por hacer de la virtud una característica de quienes en él se desarrollen.
De acuerdo a la historia hemos o deberíamos de haber aprendido que, si se llega al poder sin virtud se es incapaz de gobernar bien y su actuar será movido por el deseo de riqueza, teniendo a la corrupción como herramienta para satisfacer dicho deseo. Este deseo por la riqueza encuentra entre sus causas más comunes la codicia y la avaricia, que en pocas palabras son los deseos de poseer lo que los otros tienen y tener más y más, no importa si es a costa de otros, el problema en estos deseos es que nunca quedaran satisfechos, no hay forma de encontrar el límite.
Otra causa es la inconciencia, quien no tiene conciencia vive en la ignorancia- de ahí parten todas las demás causas, sin conciencia estamos impedidos para poder distinguir lo bueno de lo malo, no visualizamos las consecuencias de nuestros actos y su repercusión en la sociedad, hacer el bien o hacer el mal son lo mismo, se convierten en lo normal y es ahí donde se dispara exponencialmente la corrupción, en la ignorancia de quienes ocupan sin honor el servicio público.
No se trata de establecer un nuevo marco jurídico, un código de ética o un sistema de denuncias y sanciones ejemplares, todo lo anterior ya está plasmado desde nuestra Carta Magna y en la Ley de Responsabilidades de los Servidores Públicos, se encuentra en blanco y negro el deber ser del individuo que se dedica al servicio público y las consecuencias de salirse de la norma, el problema viene en el incumplimiento de la norma, ahí se encuentra el problema, y para contenerlo tenemos que poner atención al comportamiento de los servidores públicos, fomentar el interés por la ética en los asuntos públicos, buscar la interiorización de los valores éticos en todo servidor público y las que tienen que ver con la educación y formación del individuo, desde el ámbito familiar, durante su formación académica y en el proceso de ingreso y permanencia en el servicio público.
En la formación integral del ser humano radica el éxito de la sociedad a la que se pertenezca, mientras se sigan creando falsos héroes capaces de retar a la autoridad rompiendo e infringiendo las normas, mientras no existan consecuencias estrictas para aquellos que se escudan en los vacíos de la ley para quebrantar el espíritu de la misma. Sería poco e irresponsable decir que todo seguirá igual, todo será peor.
La pasividad de la sociedad no debe ya de prosperar, es tiempo de generar, educar y fomentar a los ciudadanos que se harán cargo de gobernarnos, es importante reconocer que, en esta lucha, la suma de las pequeñas acciones hacen grandes cambios, desde una “inocente” mentira en casa, pasarnos un alto y ofrecer una dadiva a cambio de que no nos infraccionen, son el inicio de una larga cadena de actos de corrupción, por ello es importante despertar esa conciencia de valores, en las personas servidoras públicas, en las y los empleados, en la juventud y la niñez para que, como una ola en el mar, llegue poco a poco a quienes los rodean, familia, amigos, vecinos y que ellos sean los portavoces de que conocen a una o un mexicano que no es corrupto. Por todo esto urgentemente necesitamos de la Ética Pública.