Durante varias décadas, mucho se han esforzado los miembros de la clase política de nuestro país, sin importar el color o la ideología y, para hablar de una manera general y no particularizar podemos decir que todos; los viejos y los jóvenes, los liberales y los conservadores, todos han trabajado al parecer con un solo objetivo, hartar a la sociedad.
Lo anterior ha provocado que, gran parte de la ciudadanía se declare apartidista y/o apolítica sin detenerse a pensar un poco en la gran diferencia que existe entre estos dos adjetivos.
De acuerdo a la Real Academia Española, apartidista es aquel que es ajeno a cualquier partido político. Si entendemos esto como la no militancia o membresía en algún partido político, efectivamente, podríamos asegurar que una gran mayoría de las y los ciudadanos somos apartidistas, sin embargo, todos los que tenemos la calidad de ciudadanos y emitimos nuestro voto en favor de algún partido político, es porque de cierto modo simpatizamos con ese partido o su candidato, o bien, es tal nuestro rechazo a los demás partidos que votamos por el que menos mal nos cae, en ambos casos, ya sea la simpatía o el rechazo, son provocados por cierto interés y dejamos momentáneamente quizá, de ser ajenos a los partidos políticos.
Pero cuidado, no es lo mismo apartidista que apolítico. La misma Real Academia Española, define apolítico como el que es ajeno a la política o que se desentiende de ella. Hay quienes lo definen como el carecer de una ideología política definida o simplemente quien no muestra interés por los asuntos relacionados con la política.
Seguramente todos hemos escuchado decir a alguien “a mí no me interesa la política, lo que hagan los políticos y todo lo relacionado al tema me es indiferente”.
Lo que nos debe llevar a cuestionarnos ¿Es posible que de verdad alguien sea ajeno a la política? ¿Se vale ante la situación que vive nuestro país ser ajenos?
En nuestra sociedad los reflectores por lo general son acaparadas por los políticos, las actrices y actores (que no son sinónimo de artistas) y ocasionalmente los deportistas profesionales o de alto nivel. En ocasiones integrantes tanto de la farándula como del deporte le hacen el “fuchi” a la política y se declaran apolíticos, el tiempo nos ha demostrado que esas declaraciones no son otra cosa más que poses y fachadas, pues quienes hacen esas declaraciones los vemos más adelante compitiendo por algún cargo público. Dejan de ser apolíticos para quedarse solo como idiotas.
La política no existe en un universo paralelo del cual podamos apartarnos o renegar, la política existe en nuestro día a día, pues todo, absolutamente todo lo que se haga en la política tiene efectos en la vida diaria de los ciudadanos y viceversa, las manifestaciones y comportamiento de la sociedad tienen repercusiones en la política y la forma en la que se esta se lleva a cabo. No se trata de si queremos o no, se trata de un deber ser, Aristóteles definió al hombre como “zóon politikon” (en griego, ζῷον: animal, y πoλίτικoν: social o político) refiriéndose a la dimensión social y política del hombre, que se diferencia del animal porque crea sociedades, organiza la vida en ciudades y posee la capacidad natural de relacionarse políticamente.
Cada vez que votamos, acudimos a una manifestación, o al momento en el que calificamos de injusto o reprobamos alguna acción del gobierno, asumimos una condición política, pues cualquiera de estas acciones influye tanto en nuestra vida como en la de los demás, al final de cuentas y queramos o no, somos "animales políticos".
Hay que reconocer que poco a poco los políticos van teniendo éxito en lo que a desmotivación social se refiere, la apatía por el descontento crece en nuestra sociedad, ayer unos y hoy otros, pero todos se han encargado de inculcar el sentimiento de que la política es para los políticos, nos han dicho que no nos preocupemos por la política, de que hagamos lo que hagamos, votemos por quien votemos, nada va a cambiar, pareciera que lo único que requieren es algunos votos cada 3 o 6 años para darle legitimidad a su actuar, pareciera que entre más lejos estemos de los espacios de decisión y menos los molestemos mejor para ellos.
Federico Mayor Zaragoza escribió “El silencio de los pueblos fortalece el poder absoluto, el proceder arbitrario de los gobernantes, el obediente comportamiento de los representantes parlamentarios que no “parlan”, que siguen sin objeción alguna las consignas del partido, del mando.”
Para referirse a aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos, sino sólo de sus intereses privados, los griegos usaban el término “idiota” ηλίθιος, cuyo significado es “la acción de sólo hacer lo propio”, es decir, a los griegos la vida privada les parecía “idiota” por la falta de diversidad e interacción al hablar sobre algo que no fuera uno mismo. Tras la desaparición de las polis, dicho termino se utilizó para quien vivía en aislamiento y mucho tiempo después para referirse a un problema de salud mental.
Las y los mexicanos hemos demostrado en las situaciones adversas, qué si somos capaces de ver por los demás, de preocuparnos por los otros sin importar si nos ponemos en riesgo o de simplemente compartir lo mucho o poco que tengamos.
Porque no darnos cuenta que es tiempo de preocuparnos todos juntos y lo más importante, es hora de ocuparnos todos unidos por nuestra sociedad, por nuestro país.
No dejemos que nos alejen de la política y por lo tanto fuera de poder luchar para que se tomen las decisiones correctas, no vivamos aislados de los asuntos públicos puesto que son eso, públicos y por lo tanto nos afectan a todos. En pocas palabras, no dejemos que nos hagan idiotas, y menos serlo por voluntad propia.