A un año de que el partido gobernante Morena defina su candidatura presidencial para 2024, advierten la forma y el fondo que ha adquirido la adelantada sucesión presidencial. En cuanto a la forma, el artificio de llamar la atención alerta la claudicación a la responsabilidad de gobernar. El saldo en el oficialismo: un secretario de Gobernación paradójicamente ingobernable, una Jefa de Gobierno de la Ciudad de México en todos lados menos en la CDMX y un secretario de Relaciones Exteriores como “Influencer en Jefe”.
Se asevera que las llamadas corcholatas del presidente López Obrador para sucederlo están intentando conectar con las nuevas generaciones, de manera disruptiva y a través de inéditos canales para la ortodoxia de la política mexicana, como la red social TikTok. El público objetivo: los más de 26 millones de potenciales votantes registrados, poco más de 27 por ciento del padrón electoral de México según el INE, que tenemos menos de 30 años. Sin embargo, reducir la oferta política hacia la juventud mexicana al ridículo y minimizar su conciencia pública al aplauso fácil es un despropósito.
En algún momento y aún desde la pretendida continuidad de la 4T, ¿la seriedad se impondrá a la banalidad? ¿Las soluciones y propuestas— apremiantes en un país donde desde el poder se privilegia más la popularidad que los resultados— desplazarán a los likes y reproducciones, a los memes, a los videos virales y a los tuitazos? ¿O acaso Adán Augusto López, Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard creen que, si Volodímir Zelenski pudo pasar de ser un simple comediante a líder de un país en guerra, lo de menos es que alguno de ellos— enfrentando al sur y al norte del país, saltando trampolines o desfilando como catrines— puede convertirse en el próximo presidente o en la próxima presidenta de México?
En cuanto al fondo, ¿cuáles y cuántas de estas actividades estarían incurriendo ya en actos anticipados de campaña y rozando la ilegalidad electoral que, en su época como opositor denunció AMLO? La versión lanzada desde Palacio Nacional de que sí hay piso parejo en la contienda interna de Morena, ya ni se diga en la carrera presidencial, dista mucho de la realidad. Para muestra un botón.
El sábado, la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, estuvo en Puebla. Firmó un convenio de seguridad con el gobernador Miguel Barbosa. Dio una conferencia magistral ante 20 mil “simpatizantes”, a decir de los organizadores, y se reunió con empresarios. Fue cobijada por los barbosistas, grupo afín al mandatario estatal. Con ella, estuvieron las corcholatas de Barbosa para su sucesión en la gubernatura: la secretaria de Economía, Olivia Salomón, el líder del Congreso local, Sergio Salomón, y el secretario de Salud, José Antonio Martínez. En el evento, también estuvo la dirigencia de Morena en el estado encabezada por Olga Romero. Sheinbaum negó que se tratara de un evento partidista, pero cerró su conversación sobre “Políticas Exitosas de Gobierno” con la siguiente declaración:
“Por eso, las mujeres, las niñas que hoy ven una gobernadora, ven que es posible ser una gobernadora, que es posible ser ingenieras, ser abogadas, ser astronautas, que es posible ser diputadas, que es posible ser gobernadoras y también es posible ser presidentas de la República”. Sumado a ello, durante cuatro fines de semana y en la antesala de la visita de la mandataria capitalina a territorio poblano, tanto los dirigentes estatales de Morena como las corcholatas barbosistas han realizado al menos 10 asambleas distritales de entre 2 mil y 5 mil personas en el interior de Puebla para apoyar abiertamente a Sheinbaum, incluso con lonas en las que aparece una fotografía de ella abrazando a AMLO junto con la etiqueta #Tod@sConClaudia.
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@DiegoBonetGalaz