Los aspectos que marcaron la X Cumbre de Líderes de América del Norte (CLAN) entre el presidente López Obrador, el presidente Biden y el primer ministro Trudeau, podrían anotarse en al menos tres apuntes: lo sustancial, lo simbólico y lo sucesorio.

En lo sustancial, el saldo de la CLAN es positivo para México y Norteamérica. La reunión demostró que existe una solidez institucional. Después de años de una idea difusa entre los actores regionales de lo que representa América del Norte, hoy —frente a un complejo contexto internacional y una inigualabe oportunidad geopolítica— se impone una realidad norteamericana que trasciende nuestras fronteras. López Obrador, Biden y Trudeau dejaron entrever que están dispuestos a explotar su máximo potencial.

De los acuerdos a los que llegaron en temas como competitividad; migración; seguridad; y cambio climático, plasmados en un documento conjunto nombrado como la Declaración de Norteamérica (DNA), se desprende el reto principal a futuro: su aterrizaje en políticas públicas sostenibles y medibles que nos permitan vivir mejor a los mexicanos, a los estadounidenses y a los canadienses.

Lo cierto es que hace casi una década que un presidente de Estados Unidos no visitaba México. La última vez que se celebró una CLAN fue hace más de un año, en noviembre de 2021, en Washington. Se pausó casi cinco años porque el ex presidente Trump nunca accedió a ella. En este sentido, la organización de la Cumbre, a cargo de los sherpas norteamericanos Roberto Velasco, Maxwell Hamilton y Michael Grant, no puede sino entenderse como la culminación de un esfuerzo conjunto por rencauzar la relación trilateral al camino de la institucionalidad.

Desde la renegociación que dio luz al Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) en 2018, se han reactivado, modernizado o creado mecanismos norteamericanos que convergen como espacios abiertos al diálogo. El Entendimiento Bicentenario, reemplazo de la Iniciativa Mérida, el Diálogo Económico de Alto Nivel (DEAN) y el Diálogo de Alto Nivel sobre Seguridad (DANS), son muestra de ello.

Esta nueva arquitectura institucional de la que la CLAN forma parte, permite el encuentro de coincidencias y la resolución de inevitables diferencias mediante canales establecidos. Así ocurrió esta semana con uno de los temas más espinosos de la relación trilateral: las disputas energéticas, discusión apartada de la CLAN por corresponder a la Secretaría de Economía bajo las reglas del T-MEC.

A la luz de los acuerdos planteados en la DNA, una de las principales coincidencias entre los tres mandatarios norteamericanos —tanto en el fondo como en la forma— es la necesidad como región de acelerar la relocalización de las cadenas de suministro o lo que se conoce como nearshoring. De concretarse, podría sumar al PIB de México hasta 2.6 puntos porcentuales, según estimaciones de JP Morgan. En el fondo, se planteó la creación de una especie de Comisión de América del Norte integrada por cuatro perfiles de cada país para ello. En la forma, los tres mandatarios reiteraron este planteamiento durante varias de sus intervenciones.

En cuanto a lo simbólico, resulta imposible no destcar algunos gestos diplomáticos que adornaron la Cumbre, pero que también podrían tener un trasfondo. El presidente Biden estableció desde el inicio de la CLAN sus prioridades. “Vamos a discutir nuestra seguridad compartida, incluida nuestra acción conjunta para abordar la plaga del fentanilo, que ha matado a 100 mil estadounidenses hasta ahora, y cómo podemos abordar la migración irregular”, le expresó al presidente López Obrador durante su reunión bilateral. En este aspecto, surgen algunas interrogantes. ¿Fue el aterrizaje de Biden en el AIFA un quid pro quo por la captura de Ovidio Guzmán que México concretó días antes? ¿Lo fue el recorrido de Biden con AMLO en La Bestia por la aceptación de México para que lleguen 30 mil migrantes al mes de Estados Unidos?

En cuanto a lo sucesorio, todos los eventos políticos en México se leen ya en clave electoral. 2023 será un epítome de ello. El aparente éxito de la CLAN podría otorgarle un momentum al canciller Ebrard frente a sus rivales en Morena y en el pulso colectivo de cara a las definiciones. En contraste, su principal rival por la candidatura presidencial del oficialismo mexicano en 2024, la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, enfrenta una de las peores crisis de su gestión tras el choque de vagones de la Línea 3 del Metro.

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El autor es internacionalista, periodista y analista político. @DiegoBonetGalaz

 

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