Con la aclaración de que estamos retomando los “datos duros” de la publicación de 2015, como recordatorio para tener presente los serios problemas de contaminación en el acuífero Lerma-Chapala, de donde proviene gran parte del agua que consumen los habitantes de esa franja y se elaboran productos alimenticios, de tocador, de cuidados personales, dentales, y hasta medicamentos, sobre todo en el estado de Guanajuato, seguiremos insistiendo hasta saber qué se ha hecho, o se está haciendo al respecto. No olvidemos que ese es el objetivo de este seguimiento periodístico. No es una publicación más.
Hasta el 2001, de acuerdo a estudios del CGEO de la UNAM, en algunos sitios de la cuenca Lerma-Chapala, la concentración de fluoruro y arsénico en más de 250 pozos cubrían una zona de 500 kilómetros cuadrados y presentaban concentraciones de hasta 10 veces por encima de los límites tolerables para el cuerpo humano. Y en 2015, cuando fue publicada esta información, el área se había incrementado a 800 kilómetros cuadrados y las concentraciones se habían duplicado; y en cuanto al arsénico, que es cancerígeno, sobrepasaba 20 o 30 veces.
De ahí el pendiente y la preocupación, amable lector, de saber, a más de 20 años del primer estudio, y cinco después del último, cuál es la situación actual en ese acuífero que va del estado de México al de Jalisco a través de más de siete mil kilómetros cuadrados, atravesando El Bajío, en el que hay un espectro del tamaño de la zona metropolitana de Guadalajara que está ahogado en sustancias nocivas para la salud. Un miasma expansivo-emanaciones fétidas de cuerpos enfermos, materias corruptas o aguas estancadas- que no solo destroza la dentadura y el esqueleto de las personas, -fluorosis-causa además daño neuronal irreversible, altera el ADN, complica los partos y es factor cancerígeno.
“El arsénico está generando problemas de cáncer en la población. El fluoruro en este proceso de 15 años, -después del primer estudio de 2001-aseguraba el doctor Marcos Adrián Ortega Guerrero, responsable del Laboratorio Móvil de Rastreo de Contaminantes en el Subsuelo del CGEO, que ha monitoreado la cuenca desde 1998, ha pasado de ser un problema de fluorosis dental y daño esquelético (…) a ser asociado con daño a los neurotransmisores; es decir, daña la comunicación entre neuronas, reduce el coeficiente intelectual entre 40 y 50 por ciento, los niños dejan de aprender de manera irreversible”, afirmó categórico. Ojalá esta espeluznante información científica haya sido valorada por las autoridades sanitarias y procedido correctamente para bien de la población.
Y esto, amable lector, además de lo terrible que es para la salud, tiene otra arista muy preocupante. Aunque la prioridad es conservar la salud para una vida mejor, persiste, sin embargo, algo en lo que no se ha reparado: la afectación a la salud mental de los niños en su aprendizaje. Las pruebas fehacientes están a la vista.
Pero si además de los múltiples factores que impiden el aprendizaje, como pobreza, desnutrición, etc., se suma el del agua contaminada, el resultado no puede ser nada satisfactorio. Por falta de previsiones sanitarias el desarrollo psicomotriz de los niños ha estado, y sigue estando en grave riesgo. Afortunadamente, no mueren muchos por esta afectación, pero, lamentablemente, no todos aprenden lo que debieran.
Amable lector: de la Asociación Nacional de Productores de Refrescos y Aguas Carbonatadas (ANPRAC) nos envían un escrito muy importante, el cual transcribimos íntegramente para su conocimiento. – Estimado Sr. Diego Alcalá: Hoy nos dirigimos a usted con mucho respeto y poner a su consideración algunas precisiones sobre la Industria Mexicana de Bebidas, a la que se refirió en su columna titulada “Refresqueros tratan el agua, pero no quitan contenidos de fluoruro o arsénico” del 29 de enero de 2021, publicada en el periódico EL Universal.
Los 120 embotelladores de bebidas que conforman la ANPRAC cumplimos a cabalidad con la normatividad mexicana establecida por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS), las cuales se basan en estándares internacionales, tanto en lo relativo a la forma en que producimos nuestros productos, así como en lo referente al tratamiento de aguas residuales. Las descargas que realiza nuestra industria cumplen con la regulación vigente, por tanto, mantienen los niveles de todos los compuestos dentro de los límites que indican las normas.
Cabe mencionar que las autoridades sanitarias, como COFEPRIS y los Organismos de Agua, realizan estrictos monitoreos periódicos. De hecho, nuestros procesos cumplen no solo con lo que indica la regulación, sino que van más allá y se apegan a los mejores estándares internacionales. Hasta aquí la primera parte de este valioso escrito.
Otros lectores, atentos a estas publicaciones, también vierten sus comentarios y opiniones acerca de esta problemática. – Vivian Romeu comenta: Me pregunto dónde quedó el Estado caramba, indefensión total. Esto y lo otro, y lo demás allá. ¡Harta! - Martín Martínez dice: Complejo el tema de los malos hábitos alimenticios, empecemos por el principio: formación en las escuelas seguidas con el ejemplo y reforzamiento a los niños en casa…PEEERO…COMO ESA POLÍTICA PÚBLICA NO DA VOTOS, HOY POR HOY ¡¡¡NO PASARÁ!!! Continuará…