El pasado miércoles, 13 de octubre, se inauguró en el Colegio de San Ildefonso la exposición fotográfica titulada Lu’Biaani, expresión que en lengua zapoteca significa “ojo de luz”. La ocasión fue memorable por varias razones: en primer término, por la reapertura del viejo edificio de los jesuitas que luego fue Escuela Nacional Preparatoria y ahora es un museo magnífico a cargo de la UNAM, de la Secretaría de Cultura federal y de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México. Fue emocionante admirar de nuevo los patios, los barandales, los murales y las jardineras de ese sitio tan hermoso. Y ver las fotos, decenas, centenares de ellas, de la exposición.

En segundo lugar, ese día de la inauguración de Lu’Biaani fue un homenaje a dos formidables artistas de nuestro tiempo mexicano: Manuel Álvarez Bravo y Francisco Toledo. Ellos sentaron las bases de lo que se ha convertido en un cierto estilo de concebir y ejercer la fotografía entre nosotros que no llega a perfilar una “escuela”; sino que dibuja más bien un “jardín de senderos que se bifurcan” en miles de imágenes testimoniales, documentales, realistas, imaginativas, artísticas.

En su discurso de bienvenida, el director de San Ildefonso, el poeta Eduardo Vázquez Martín, hizo un homenaje a los tres trabajadores de San Ildefonso que murieron de covid en estos meses; he aquí sus nombres: Carmen Lugo Hernández, José Balderas Rodríguez, Manuel Campero Cercas. En alguna forma la reapertura del museo y la exposición fotográfica fue un homenaje a esos trabajadores, dos vigilantes y una contadora.

Un museo como el de San Ildefonso es parte del patrimonio histórico de nuestro país. Da gusto que lo tengamos de nuevo abierto. En mi experiencia, es uno de los más bellos que conozco.

La asistencia tuvo que ser restringida a unas cuantas decenas de invitados, pero a cambio de ello se vivió ese mediodía soleado con intensidad y fervor. Por las fotografías, por los maestros Álvarez Bravo y Toledo, por San Ildefonso, por la cultura de la capital y del país.

El horizonte geográfico de las imágenes expuestas es muy específico: el estado de Oaxaca. La mayoría de las imágenes son en blanco y negro. Predominan los paisajes humanos: personajes, protagonistas de luchas sociales, individuos singulares.

El Colegio de San Ildefonso se encuentra, para quien aún no lo sepa, en la calle de Justo Sierra número 16, a un lado del Templo Mayor. Por lo pronto, abre los fines de semana, de viernes a domingo.

Nota triste: Mientras escribía yo estos renglones, leí la noticia de una muerte que me entristece enormemente: la de Alfredo López Austin, nacido en 1936 y fallecido el pasado 15 de octubre. No olvido la relación amistosa y de trabajo que lo unió a Francisco Toledo. Pero sobre todo tengo presentes sus valiosísimas obras de investigador eminente. Vaya un recuerdo conmovido a su hijo Leonardo López Luján y a sus parientes, lectores y discípulos.

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