En 1921 murió en su departamento de la avenida Jalisco, hoy avenida Álvaro Obregón, Ramón López Velarde. Veinte años antes, en 1901, en Villahermosa, nació José Gorostiza, que tanto aprendió de López Velarde. Ambos se conocieron en la Ciudad de México: el tabasqueño y el zacatecano que dibujaron con sus palabras las perspectivas más profundas y renovaron el lenguaje de la poesía en nuestro país. En 1931 apareció el primer número de una revista hecha por un grupo de estudiantes preparatorianos de San Ildefonso: Barandal, llamada así porque junto a los barandales del viejo edificio levantado por los jesuitas se desarrollaban las conversaciones más amenas, los diálogos más ricos y estimulantes de esos jóvenes.
Las que he evocado son tres fechas significativas para la cultura literaria de México. Aquí las pongo en orden inverso: los 90 años de la revista Barandal (1931), el centenario de la muerte de López Velarde (1921), los 120 años del nacimiento de Gorostiza (1901).
López Velarde, católico ferviente, gozó de la hospitalidad de una institución secularizada por el gobierno liberal en el siglo XIX: el colegio de San Ildefonso, convertido por Gabino Barreda en la Escuela Nacional Preparatoria. Luego, José Gorostiza fue parte central de la generación llamada de los Contemporáneos, que recogió y relanzó los brillos y claroscuros lopezvelardeanos y los aprovechó con enorme brío. Los editores de Barandal entendieron, a su vez, la lección modernizadora de los Contemporáneos y contribuyeron a su manera y con su estilo propio a ponernos al día. El núcleo de ese grupo fueron cuatro estudiantes: Rafael López Malo, Salvador Toscano, Arnulfo Martínez Lavalle y un joven de 17 años de edad: Octavio Paz Lozano, que al cabo de los lustros dejaría de usar su segundo apellido.
En 2021 tendremos la oportunidad de recordar, de evocar, esos hechos: el nacimiento de un poeta inmenso (Gorostiza), la muerte del primer poeta mexicano plenamente moderno (López Velarde), la edición de una revista estudiantil de señalada significación (Barandal), publicada por un puñado de muchachos entusiastas e inteligentes.
No sabemos qué forma tendrán esas conmemoraciones. 2021 es todavía un enigma en todo lo que tiene que ver con reuniones públicas. Pero esos aniversarios tendrán sus lugares de evocaciones, así sea con festejos y ceremonias virtuales. Esos lugares son el Colegio de San Ildefonso y la Casa del Poeta que lleva el nombre del “joven abuelo”, como le decían a Ramón López Velarde los editores de Barandal.
El gran museo en que se ha convertido San Ildefonso, cerrado en estos días, es uno de los sitios más hermosos de la Ciudad de México. La Casa del Poeta merece una mención especial. Ahí murió Ramón López Velarde. Durante casi 30 años ha sido el “bienaventurado albergue” de poetas, escritores, lectores, editores. Tiene una nobleza singular, innegable. Es un orgullo para nuestra ciudad.