Escribo esto el fin de semana en que se anunció el despido de Jorge F. Hernández de la embajada de México en España. Cuando aparezcan estos renglones, quién sabe por qué rumbos se habrá desarrollado el asunto. Lo cierto es que la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) lo ha manejado muy mal: lo dejó en manos de un funcionario llamado Enrique Márquez, quien lanzó un comunicado tras otro, corrigiendo, ampliando y “editando” lo que había dicho al principio, cuando hizo saber que Hernández dejaba su puesto por órdenes superiores. La última versión de esos comunicados informa que el escritor le dijo a Márquez no sabemos exactamente qué cosas sobre la embajadora, jefa de ambos (comentarios misóginos, ofensivos, arguye Márquez), que quedaron “documentados”: ¿grabaron a Jorge F. Hernández o hay una minuta, siquiera, de esa reunión, de la que no sabemos si fue oficial o privada?
¿Así que ahora la cosa va de comentarios misóginos y ofensivos que justifican un despido fulminante? El gobierno de veras no sabe lo que es la congruencia. Cuando el actual director del Fondo de Cultura Económica (FCE) dijo de quienes se oponían a su nombramiento, cuando este pudo salir adelante, “se las metimos doblada”, el Presidente lo defendió porque ese señor “se había disculpado”; quizá ya no se recuerde esa disculpa: pidió perdón —un perdón muy desganado, digamos— a la comunidad homosexual y a las mujeres, algo de veras extraño, porque le faltaron todos los demás mexicanos, preocupados por el destino del FCE, a los que se refería con esas palabras que marcaron todo lo que ha seguido en este sexenio. Pero, claro, el director de esa editorial es un incondicional del Presidente.
Ante el despido de Hernández, de inmediato la explicación más difundida fue por el lado de una colaboración periodística en la que el ahora ex diplomático criticó a Marx Arriaga por sus declaraciones acerca de la lectura. (Ahora, en estos mismos días, pero tardísimo, Arriaga trata de aclarar que no dijo lo que dijo; lo hace con la misma bruma mental con la que se conduce en los sucesivos puestos que desempeña en este gobierno.) Los comunicados de la SRE desmienten esa idea y niegan que se trate de un “acto de censura”. No estaría mal que el canciller Ebrard diera una explicación. Quizá no le parece importante, como sin duda no le pareció importante al Presidente lo que el director del FCE dijo en 2018.
A mí me parece importante. Y no es porque no haya antecedentes de maltrato del gobierno a escritores e intelectuales; sino porque no parece que esto vaya a parar y porque está acompañado de incongruencias de todas clases. Junto al maltrato a los mexicanos que piensan y escriben, llaman la atención los mimos a los empresarios poderosos y a los funcionarios ineptos y lenguaraces que caracterizan al equipo de esta administración.
Le dejo aquí mi solidaridad a Jorge F. Hernández, un intelectual valioso y un hombre honesto.