El Quijote tiene uno de sus centros irradiantes en el capítulo 14: ahí leemos el extraordinario, vibrante discurso de la pastora Marcela. Naturalmente, ese discurso ha sido leído en clave feminista en nuestros tiempos. Hace falta, sin embargo, considerarlo y tratar de entenderlo en la perspectiva del siglo XVII. Visto de esa manera, en su propio tiempo, es aún más asombroso que si lo consideramos una especie de premonición de la lucha contemporánea por la liberación de la mujer.
Maestro de la invención, Miguel de Cervantes fue capaz de ponerse en el lugar de una muchacha asediada. Lo dicho por la pastora Marcela está sellado por una pasión inextinguible de libertad. Es tan grande esa pasión que en algún momento la pastora dice unas cuantas cosas que desbordan el módulo discursivo, oratorio, y entran de lleno en el territorio de la poesía; por ejemplo, ese momento en el que se describe a sí misma con estas palabras: “Fuego soy apartado y espada puesta lejos”.
Lo que con esas palabras dice Marcela son versos engastados en la prosa; o un solo verso, si lo leemos como un alejandrino. Pues la mente literaria de Cervantes era poderosa y constante, lúcida y llena de luces y sombras, es decir, compleja y riquísima: era la mente de un poeta.
A hacerle justicia a la poesía de Miguel de Cervantes está consagrado un libro reciente titulado La poesía, señor hidalgo, publicado en edición universitaria, en la ciudad de Guanajuato. Es un libro fuera de serie. Su autor, Emiliano Álvarez, es poeta, ensayista, editor e investigador; escogió su tema bajo la tutela académica de Margit Frenk y más tarde ha recorrido, incansable, sus propios caminos. Como poeta, en 2017 obtuvo el premio “Elías Nandino”; como hacedor de libros artesanales, es subdirector de la editorial La Dïéresis: dos notas sobresalientes de su trabajo, entre muchas otras.
Como cervantista, Emiliano Álvarez le ha dedicado trabajos meritorios a esa parte de las escrituras del inmenso autor español; lo que Francisco Márquez Villanueva describió como un territorio absurdamente inexplorado: la poesía cervantina, y en especial los poemas del Quijote. Con este libro, La poesía, señor hidalgo, Álvarez hace una contribución que me parece de capital importancia al conocimiento del libro maravilloso.
Sin ánimo de complacer las menores ansias nacionalistas, da gusto que un escritor mexicano con recursos de la mejor preparación académica y un talento literario excepcional se dedique al campo del cervantismo. Lo digo porque siempre me han impacientado los cervantistas que repiten sin aparente fatiga los mismos lugares comunes, adobados con muchas notas y abundante bibliografía. Eso es precisamente lo que Emiliano Álvarez no hace: su libro es una contribución al cervantismo, una obra genuina, con sus propios valores.
Celebro que los editores universitarios de Guanajuato hayan tenido el tino de dar a conocer este libro.