El 19 de diciembre de 1994 tuvo lugar el tristemente célebre “error de diciembre”, que inició con la devaluación del peso frente al dólar y marcó el inicio de una de las crisis económicas más severas de nuestro país, sólo superada por el confinamiento y cercana a la crisis financiera global de 2008 y 2009. El contexto político de 1994 fue adverso y estuvo marcado por el asesinato del entonces candidato a la presidencia por el PRI, Luis Donaldo Colosio, por el Secretario General del mismo partido José Francisco Ruiz Massieu y por el levantamiento armado en Chiapas. También entró en vigor el TLCAN. Han transcurrido treinta años y seguimos viviendo los efectos de la política económica iniciada años antes, tanto positiva como negativamente.
En 1991 se difundió en cines una película denominada “El bulto”, cuyo personaje principal despierta luego de muchos años en coma provocada por una golpiza del grupo represor llamado “halcones” durante una de las manifestaciones estudiantiles en 1971. Cuando sus amigos lo ponen al día, uno de ellos menciona que el entonces presidente, Carlos Salinas de Gortari, era posiblemente el más querido por la población mexicana, tan sólo después del Tata Lázaro Cárdenas. Muy probablemente la película capturaba el sentir colectivo, el inconsciente social. Tres años más tarde todo se desmoronaría y caería cual castillo de naipes.
Las políticas de libre mercado y reducción del aparato estatal no comenzaron con Carlos Salinas, sino con Miguel de la Madrid, pero con el primero se profundizaron y se sentaron las bases para tener una economía basada en el libre mercado. Una de las acciones fue la privatización de la banca y de todo lo que fuera privatizable, como ferrocarriles y carreteras. Algunas instituciones no se privatizaron por ser populares como PEMEX, CFE y el IMSS, o por el poder que los sindicatos tenían y que dificultaba la privatización. A finales de 1994 tuvimos uno de los primeros resultados de esa política económica: una severa crisis inducida por quienes tomaban decisiones en lo económico, lo político y lo social.
Llama poderosamente la atención que la crisis económica no fue razón para detener la política pro libre mercado. Por el contrario, lo que se suele decir en este tipo de eventos es que el problema no es la política seguida, sino que no fue completa y que es necesario reducir aún más el aparato estatal y dejar que el mercado sea el ente supremo que resuelva los problemas económicos de qué, cómo y para quién producir. Así es que privatizó una parte de la seguridad social, concretamente la administración de los fondos de ahorro para el retiro o Afores y se empezaron a crear condiciones para permitir la participación privada en el sector energético.
En 2008 tuvimos otra crisis, ésta sí podemos decir que la “importamos” del resto del mundo. Otra película, “Lazos de vida”, narra la historia de un empleado bursátil que utiliza sus contactos para rescatar niños del holocausto nazi. Al principio de la cinta, el personaje principal, ya envejecido, escucha una noticia sobre la crisis financiera de 2008 y sólo dice: “estúpidos, no han aprendido que al liberalizar a los mercados se generan crisis”. A casi veinte años de distancia de dicho evento, podemos ver otro episodio provocado por la desmedida liberalización económica.
A treinta años de distancia lo que se puede observar es que la política económica pro libre mercado o neoliberalismos no ha dado los frutos prometidos, ha generado más pobreza y ha enriquecido mucho más a unos cuantos. No ha acabado con las crisis económicas, sino que las ha hecho recurrentes. Lo trágico es que abundan los economistas que sostienen que el problema es que no se ha dado suficiente medicina al paciente, es decir, no se han liberalizado los mercados lo suficiente y seguimos teniendo un aparato estatal obeso. Su prescripción sigue siendo la misma: más mercado, menos Estado y más desregulación. No importa que el paciente esté muriendo.
A treinta años de distancia del “error de diciembre” seguimos pagando las consecuencias de una política económica que, si bien ha traído estabilidad de precios, que no es poca cosa, no ha sacado de la pobreza a millones de mexicanos, de hecho, esto empezó a ocurrir a partir del incremento por decreto de los salarios mínimos. Han pasado seis años desde que se cambió de rumbo. A fines de este sexenio tendremos elementos suficientes para evaluar si los resultados son mejores o peores, lo que es un hecho, es que las cosas tenían que cambiar y así está ocurriendo.
Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM