Uno de los atributos de la economía de libre mercado es que los consumidores tienen el poder de adquirir, o no, un producto. Son cada vez mas raros los mercados donde no existen alternativas y, por lo tanto, la empresa tiene más poder que el consumidor. Salvo en el caso de los monopolios de artículos muy necesarios, los llamados esenciales, si la empresa presta un mal servicio o vende productos de mala calidad, el consumidor puede decidir no comprar. En el terreno político ocurre algo semejante: al votar por alguna oferta política se está enviando una señal sobre las preferencias que se tienen con respecto a las propuestas de los diversos partidos. La votación sobre revocación de mandato, que está en ciernes, también enviará un mensaje a los políticos. La cantidad de gente que vote y la forma que lo haga mostrará las preferencias políticas de la población. Los resultados son previsibles, pero podría haber sorpresas.

Lo que se compra y vende en cualquier economía donde existen intercambios voluntarios, es decir mercados, determina lo que se produce en el país. Algunos libros de texto ejemplifican esta idea con la posibilidad de construir cañones o alimentos. Los recursos disponibles en el país se ponen en juego para producir cualquiera de los dos bienes. Producir más de uno implica producir menos de otro. Podemos, como sociedad, vivir armados sin suficientes alimentos o bien sin armamento, pero con mayor disponibilidad de comida. En una economía de mercado los consumidores determinan en gran medida lo que ha de producirse: si compran armas, están enviando una señal a los productores de estos artículos.

Cada vez que compramos algún bien o servicio estamos incentivando su producción y los residuos asociados. Así, el consumo de bebidas en plástico pet no sólo implica el líquido, sino también la basura producida. En este tipo de casos, y en otros que podrían considerarse como de seguridad nacional, es necesaria la intervención del Estado pues, aunque se hable de libre comercio, la evidencia muestra que los mercados son imperfectos y que requieren regulación.

En el terreno político ocurre algo semejante a lo que pasa en los mercados: al salir a votar se envía un mensaje a los políticos en turno. No votar también envía un mensaje: que el ejercicio es inútil, que existe apatía o que la oferta política no satisface a los votantes.

El ejercicio sobre revocación de mandato que viene puede no tener efectos legales y podría pensarse que es un ejercicio inútil donde sólo se están gastando recursos públicos de modo innecesario. Tal vez hay algo de razón en este argumento, pero también es cierto que se podrá medir el nivel de compromiso de la sociedad con la democracia. Parte del proceso de maduración de cualquier sociedad es que los individuos se involucren en los asuntos públicos. Esta es una oportunidad para ello. Si no hay suficiente participación, también se estará enviando una señal: el ejercicio se puede percibir como inútil. Sin embargo, también se abre la posibilidad de legitimar a los políticos en turno o se les puede enviar el mensaje en el sentido de no aprobarlos.

Desde mi perspectiva el ejercicio vale la pena. Existen muchos opositores al actual Gobierno, esta es su oportunidad de enviar la señal de desacuerdo con su mandato. Pero también hay mucha gente a favor, de igual forma, es su oportunidad de volver a legitimar a los políticos a cargo de la administración pública. Existen seguidores y detractores. La próxima semana tendremos la oportunidad de saber quiénes son mayoría. Este ejercicio es único por ser inédito. Así es que mi recomendación es que, sin importar el sentido de su voto, salga a ejercer su derecho y a enviar un mensaje a los políticos que nos gobiernan.

La propuesta de reforma política que se avecina apunta, entre otros temas, a la eliminación de los diputados y senadores de representación proporcional, es decir, de aquellos que llegan por el número de votos conseguidos por la franquicia política que representan. Por esos diputados y senadores nadie vota directamente, pero las reglas del juego político les permiten llegar a esos puestos. La idea detrás de esta estructura es que los partidos minoritarios tengan alguna representación en ambas cámaras, de modo tal que las diversas fuerzas políticas estén representadas. El espíritu es noble, la pregunta es si los diputados y senadores realmente representan los intereses de la población o más bien los de los grupos políticos, sociales o económicos que los llevaron al poder. Mi opinión es que les falta mucho para representar los verdaderos intereses del ciudadano de a pie, por lo tanto, me sumo a los que buscan eliminar a congresistas por los que nadie voto.

Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM y UDLAP Jenkins Graduate School

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