Por: Darío Ibarra Zavala y Norma López Rivera
Antes del reciente confinamiento, en el país, y probablemente en el mundo, ya vivíamos otra pandemia que fue acentuada y desenmascarada por dicho evento: el de la deficiencia en la atención a la salud mental. De hecho, se empezaban a dar los primeros pasos para atender este problema en el ámbito laboral a través de la Norma Oficial Mexicana NOM-035-STPS-2018, Factores de riesgo psicosocial en el trabajo-Identificación, análisis y prevención, misma que no ha terminado de permear en el ámbito empresarial y donde se tienen más preguntas que certezas. El problema sin embargo es más que sólo laboral: el estrés, ansiedad, depresión y psicopatologías los encontramos en el hogar, escuela y prácticamente cualquier lugar donde hay personas. En el extremo esto deviene en violencia que tiene un costo para la sociedad se refleja en menor desempeño económico, por lo que debe ser visto como un problema de salud pública.
El estrés está por doquier. Observe el comportamiento de los automovilistas al conducir por la CDMX o bien los episodios de violencia entre pasajeros del sistema de transporte público. No se debe ir muy lejos: durante el confinamiento la violencia intrafamiliar se incrementó, provocada por una deficiente atención a la salud mental de todos los miembros de la familia.
La tecnología ha traído consigo nuevas adicciones: a las redes sociales y, en general, al uso de dispositivos tecnológicos. En casos extremos, el uso de celulares está teniendo un impacto en las relaciones interpersonales que incluso está provocando que no se estén dando matrimonios o uniones físicas entre personas por hacerlo en entornos virtuales como ocurre en Japón y que se está reflejando ya en el envejecimiento de la población y en reducción en la tasa de natalidad. En México, es de sobra conocido que la búsqueda de likes en redes sociales es ahora un comportamiento típico preferentemente entre jóvenes, que se ha convertido en un factor de la debilitación de la autoestima
El uso de dispositivos tecnológicos es también una nueva psicopatología: la mejor forma de generar una crisis de ansiedad entre prácticamente toda la población es quitarle a la gente el acceso a dispositivos móviles. Basta quedarnos sin internet para generar ansiedad, angustia, depresión o enojo más allá de lo razonable. En definitiva, es una nueva adicción, reconocido por el DSM5 TR.
El uso de sustancias se sigue innovando y se sigue extendiendo. Contemporáneamente lo que está de moda son los usos indebidos que se le está dando al fentanilo. Los efectos del uso de esta sustancia nos aproximan mucho a escenarios distópicos o de terror como lo que se relata en películas o series sobre zombis: personas que pierden la voluntad y actúan con violencia contra el resto de la población. Como la mayoría de las adicciones, pueden detectarse y prevenirse, a través de una adecuada gestión de emociones y un mayor cuidado de la salud mental.
En resumen, día tras día observamos escenas, en el país o en el mundo, de situaciones de violencia provocadas por aparente locura, de estrés en prácticamente todos los ámbitos de la vida y surgimiento de nuevas adicciones que no son sino el reflejo de problemas psicopatológicos que podrían atenderse a través de una adecuada gestión de la salud mental. Por lo anterior es que es tiempo de que el problema se reconozca y se tomen acciones de política pública que permitan reducirlo y con ello reducir la violencia y los costos médicos y hospitalarios que a la postre genera.
Pasar de la corrección a la prevención implica reconocer que no se ha puesto suficiente atención a la salud mental y hacer las correcciones respectivas. Pregúntese, por ejemplo, ¿Cuántos psicólogos hay en las instituciones educativas por cada cien estudiantes? ¿Cuántas empresas cuentan con servicios de atención psicológica para sus empleados? ¿Cuántos psicólogos hay en clínicas y hospitales por cada cien pacientes? Los números le sorprenderán.
El reconocimiento del problema es el primer paso. Lo siguiente es tomar acciones, desde la familia, la empresa o el sector público, para que se le dé la misma importancia a la salud mental que a la salud física. El reconocer que se trata de un problema de salud pública puede ayudar a reducir el estrés, la violencia y con ello reducir costos para la sociedad y tener un mayor y mejor desempeño económico.