La Estadística, según algunos, es el arte de poder decir con los datos cualquier cosa que se nos ocurra. Si metemos una mano a vasija con agua hirviendo y la otra a una helada, en promedio estaremos tibios. Una falacia estadística que circuló en redes sociales hace algunos meses, cuando el desempeño económico era muy pobre, consecuencia del confinamiento, fue el de comparar el crecimiento del PIB de varios gobiernos, desde 1988 a la fecha; el error por incompetencia o por mala fe, es comparar periodos de seis años contra uno de apenas dos. Algo semejante está ocurriendo ahora que se publicaron los resultados de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares 2020: algunas voces sostienen que bajo el actual gobierno se ha incrementado el número de pobres. Lo anterior es cierto, pero al hacer tal afirmación sólo se muestra una parte de la historia.

Las crisis económicas son un fenómeno perverso: afectan más a los más necesitados. Las personas con mayor nivel de ingreso sufren menos las consecuencias de las crisis y, ocasionalmente, pueden incluso encontrar áreas de oportunidad que permitan incrementar la riqueza. No es el caso de la mayoría de la población, que son menos afortunados, considerando que su principal fuente de ingreso familiar es el trabajo. En un contexto como el que hemos vivido, los trabajadores son los que más han sufrido las consecuencias de la crisis provocada por el confinamiento. Esto no es un fenómeno exclusivo de México: ocurre en todo el mundo y con mayor intensidad en los países menos desarrollados.

Otro fenómeno que se observa en todo el orbe es el número de hijos por familia entre hogares con mayor y menor nivel de ingreso. Independientemente de las causas, es un hecho que las familias de menores recursos suelen ser más numerosas que las de altos ingresos. Al trasladarse a nivel macro, esto es semejante a que algunos países como Australia o Canadá estén pasando por un proceso de envejecimiento poblacional, obligándolos a abrir las puertas a jóvenes del resto del mundo. Finalmente, alguien debe trabajar y producir. En los poblados de México con nivel de ingreso medio y alto, las familias tienen cada vez menos hijos y, en su lugar, mas mascotas. El sólo paso del tiempo, por lo tanto, provoca que el número (absoluto) de pobres crezca. Esto ha venido ocurriendo en nuestro país desde hace décadas.

Un mejor indicador para medir el cambio en el número de pobres, como porcentaje de la población total consiste en analizar los deciles de ingreso publicados por el INEGI. El ejercicio es simple: dividamos a la población total por nivel de ingreso: del más pobre al más rico; posteriormente partamos en diez partes a la población, de nueva cuenta de menor a mayor. Del total de ingreso generado en el país, revisemos con qué porcentaje se queda cada parte. En particular el 10% de la población más pobre y el 10% más rica. En la tabla anexa se puede observar este ejercicio para las tres últimas encuestas publicadas por nuestra máxima institución generadora de datos.

Los datos indican que el 10 % más pobre ha mejorado: del total producido, en el 2020 se queda con casi el 2%. En los años previos, 2016 y 2018, se puede observar que su participación era menor. De hecho, se pude decir lo mismo del resto de los deciles excepto del número X, donde se puede observar que el 10% de la población más rica ahora se queda con una menor parte.

Con todo, la distribución del ingreso en México sigue siendo de escándalo: el 10% más pobre participa con menos del 2% de lo generado mientras que el 10% más rico se queda con casi 33% de lo generado. El coeficiente de Gini, que mide la distribución del ingreso, también se ha reducido un poco; esto es buena señal: cuanto mayor el valor de dicho número mayor el grado de concentración del ingreso en alguno de los deciles.

A pesar de los datos reportados. Esto no es más que una forma de analizar cómo se reparte lo generado en el país. El año 2020 fue de crisis, lo que implica que le toca menos a cada familia. Por otra parte, esta forma de medir la distribución del ingreso no permite medir la riqueza, sino la desigualdad en la distribución de lo generado en un país. Así, por ejemplo, Cuba sería un país muy igualitario, pero donde la gran mayoría de la población se encuentra sumida en la pobreza.

Por último, la distribución del ingreso en México ha dado pasos para adelante y pasos para atrás, pero desde hace décadas, no se ha dado un cambio dramático que permita incrementar el nivel de vida de los que menos tienen y que permita tener una sociedad más equitativa. Por más buenas voluntades que pueda tener cualquier gobierno, es difícil que en un lapso de seis años se pueda dar un cambio dramático en la distribución del ingreso. Dentro de algunos años veremos si las políticas del actual gobierno se traducen en una mayor igualdad o si volvemos a la senda que hemos tenido desde hace más de cincuenta años.

Pobreza y distribución del ingreso en el 2020
Pobreza y distribución del ingreso en el 2020
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