En la semana que terminó se aprobó en el Senado la legislación que provocará que los trabajadores de plataformas digitales tengan seguridad social. Esto tendrá diversos efectos que se reflejará en el posible encarecimiento del servicio prestado por dichos medios. Una parte del costo se trasladará al consumidor final, otra a los propios empleados y unas más a los dueños de dichas empresas. Podría no gustarnos pagar más, pero es el costo social de tener seguridad social, indiscutiblemente un mal necesario.
Hace años la ola de regularización del trabajo de plataformas digitales llegó a Europa. Por fin está en México. El artificio empleado por las plataformas digitales consiste en denominar “socios” a quienes aportan su vehículo o fuerza de trabajo para operar como taxistas o repartidores. En estricto sentido no hay un patrón ni horario de entrada o salida, tampoco reloj checador. Las más de las veces son los propios empleados quienes determinan sus horarios y condiciones de trabajo, por ejemplo, en días de mucho calor o lluviosos podrían decidir no laborar, sin peligro de perder el empleo por hacerlo.
La flexibilidad de esta forma de autoempleo es lo que provocó que durante mucho tiempo fuese considerado como un trabajo independiente y, por lo tanto, sin un patrón que deba cumplir con la obligación de otorgar seguridad social. Sin embargo, no deja de ser una suerte de trabajo a destajo: si se hacen viajes pagados se recibe un parte del pago, si no, no. El poder de negociación de un empleado de plataformas digitales es ínfimo: acepta las reglas o no trabaja. Por si fuese poco, no tenían seguridad social.
La reforma laboral ahora permitirá que, en poco tiempo, al menos seis meses, quienes hacen su modo de vida por estos medios puedan tener seguridad social. Esto tiene un costo, que se trasladará en el cobro del servicio. Un incremento en el precio implicará un menor uso. Eso es parte del costo de la seguridad social: un menor número de viajes realizados, pues ante el encarecimiento los usuarios podríamos optar por modos alternativos de transporte. El menor número de viajes también implica menos ingresos para el chofer y para la empresa, es parte del costo de la seguridad social. Si los costos son evidentes, ¿Cuál es el beneficio?
En lo inmediato los beneficios no suelen ser evidentes. Es hasta que se materializa una enfermedad que éstos se observan. El costo de la consulta médica y los medicamentos son un primer beneficio. Si se llega al extremo de una cirugía o de un tratamiento prolongado, los beneficios de la seguridad social se hacen evidentes, pues no ha que hacer un desembolso fuerte para pagar el costo de la intervención médica.
Durante la vejez es más notorio. Gran parte los adultos mayores de nuestro país no tienen pensión otorgada por alguna institución pública como el IMSS o el ISSSTE, tampoco servicios médicos. Cotizar durante más tiempo ayuda a generar condiciones para que los trabajadores puedan tener tanto pensión como servicios médicos durante la vejez.
El envejecimiento de la población también llegó primero a Europa, Estados Unidos y Canadá. En México estamos en transición. Pronto, aproximadamente dentro de veinte años o un poco más, los adultos mayores serán un importante porcentaje de la población. Eventualmente serán mayoría. No crear condiciones para contar con servicios de salud y pensiones para una población envejecida sólo nos conduciría al peor de los mundos: un país con población vieja y susceptible de enfermarse, por lo que conviene asumir el costo social de tener seguridad social.
En sus inicios, allá por 1943, los trabajadores y empresarios se quejaron por las cuotas que se tenían que pagar al IMSS. A décadas de distancia es un hecho que, con todo y las deficiencias y áreas de oportunidad del instituto, nuestro país está mucho mejor con las instituciones de seguridad social que sin ellas.
Docente de la maestría en Economía, FES-Aragón-UNAM.