La administración de justicia, la política monetaria, el proceso electoral, entre otros importantes temas en el país, son en gran medida determinados por un pequeño grupo de “notables” que determinan incluso lo que es legal. Las decisiones que toman afectan a millones, en realidad a toda la población. Pero sólo un grupo, que asegura tener la formación técnica requerida para el cargo, determina el rumbo que seguirá el país. Me refiero a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al Banco de México , al INE y a otros organismos autónomos que disponen la política a seguir en su respectiva especialidad. El nivel técnico requerido para estos cargos es muy alto, y las reglas del juego actuales permite que muy pocos perfiles puedan ingresar a las ternas respectivas para ocupar dichos puestos. En nuestra democracia, estas son las reglas. ¿Es pertinente modificarlas hacia una mayor participación ciudadana?
En las Ciencias Sociales nada es conclusivo. Existen discrepancias entre los teóricos y en la práctica de cada campo del conocimiento. En Economía la gran mayoría de los libros de texto dictan modelos teóricos con elaborados modelos matemáticos que pueden hacer creer al común de los mortales que, por tener una fuerte carga matemática, en automático debe ser verdadero. No es así. Existen diferentes escuelas que, utilizando igualmente matemáticas sofisticadas pueden refutar a otras escuelas del pensamiento económico. En resumen, en materia económica no hay consenso, absoluto y conclusivo, sobre la forma en que se debe administrar, desde la perspectiva económica, un país. Aún así un grupo de expertos toma decisiones en materia de política monetaria y otro grupo hace recomendaciones en materia de competencia económica.
En materia legal y política existen equivalentes. Basta observar los debates de expertos en sus respectivos campos, a través de medios de comunicación, para ver que también llevan a posturas encontradas. Pareciera que las otras ciencias sociales como el Derecho y la Política, por poner algunos ejemplos, tienen el mismo problema que la economía. Aún así, es sólo un grupo de expertos el que determina la forma en que ha de conducirse un país. Dadas las discrepancias entre las diversas teorías o enfoques, así como la diversidad de formas en que se administran estos temas en otros países, ¿pueden hacerse las cosas de otra manera?
En algún diálogo de Platón, se debatía quién sería más importante entre un médico y un cocinero. Si del voto popular dependiera, definitivamente ganaría el segundo, pero tal vez sería más benéfico para la sociedad el primero. En todo caso, se ponía de manifiesto que la población debía involucrarse responsablemente en los asuntos públicos de la Hélade. Este era un tipo de democracia participativa donde la población podría votar directamente sobre el rumbo que seguiría el Estado.
En las reglas del juego que seguimos en México se ha delegado, a través del voto popular, la posibilidad de proponer a una gran cantidad de personas que toman decisiones importantes. El ejecutivo, el legislativo, o ambos, determinan quiénes llegarán a dichos puestos. En pocas palabras, quiénes serán los “notables” que tomarán decisiones que afectarán a millones. Estas decisiones pueden ser sujetas a controversia, pero hasta hace poco se han abierto los espacios para que la población pueda votar sobre el rumbo que seguirá el país.
No nos confundamos. Diversos cargos requieren una sólida formación técnica. Eso es incuestionable. La forma en que dichos técnicos llegan a esos cargos es la que puede cuestionarse. Una forma de democracia implica que la población participe en los temas importantes. No significa necesariamente que la población decidirá el rumbo del país, aunque eventualmente sí, como ocurrió con el voto en el Reino Unido que provocó su salida de la Unión Europea.
Los ejercicios de consulta popular de este Gobierno, incluido el que tendrá lugar el día de hoy, han mostrado poca participación de la gente. Lamentablemente nuestra cultura política es muy pobre y también miy diversa. Pero se empiezan a abrir espacios para que la población se involucre y no sea sólo un grupo de notables el que determine el rumbo que seguirá nuestro país. En algunos años veremos si este ejercicio fortalece nuestra democracia.