Es un hecho concluyente y definitivo que no sólo en México, sino en el mundo entero, nos encontramos en la cuarta ola de contagios. La tendencia internacional es a no reactivar el confinamiento, bajo el argumento de que esta nueva variante, identificada como omicron, es menos letal que las variantes previas. Es muy probable que así sea, su letalidad será menor, no sólo en términos de estricta salud, sino que en esta ocasión el impacto económico y social será mucho menor de lo vivido en los dos años previos. Con todo, este episodio no ha terminado, todavía podría haber muchas sorpresas, por lo que sociedad, empresas y gobiernos debemos estar atentos.
Un “buen parásito” cuida su propia sobrevivencia, por ello es que no matan al huésped. Lo enferman y se alimentan de él tanto como es posible. Si lo matan, mueren conjuntamente. En estos términos, la mutación dominante en el mundo ha demostrado ser un mejor parásito que los anteriores. Por fortuna o por desgracia las mutaciones se siguen dando, por lo que no debería ser sorpresa que eventualmente surja una nueva variante que se convierta en la dominante. Sus efectos están por determinarse, por lo que no podemos decir que este capítulo de la Historia se ha cerrado.
En el año 2020 vivimos los efectos del confinamiento global. La suspensión de actividades económicas tuvo el efecto de una fuerte contracción en la oferta agregada. El despido de una gran cantidad de trabajadores también provocó una contracción en la demanda. Los efectos los vivimos en carne propia: la contracción de la economía global fue más severa que la ocurrida en 2008, pero no sólo eso, el impacto psicológico del confinamiento conjugado con la falta de empleo fue severo, todavía está por estudiarse qué tan profundo fue el impacto en dichos términos, pero definitivamente no fue algo menor.
El virus no sólo acabó con la vida de personas, trajo como consecuencia la muerte de muchas empresas, de todos tamaños desde internacionales hasta micronegocios. En resumen, no solo impactó en la pérdida de vidas humanas, sino también en empresas y en la salud tanto física como mental de las personas de todas las edades. Posiblemente los libros de Historia relatarán dentro de varios años qué tanto se transformó la sociedad como consecuencia de esta pandemia.
En estos años hemos aprendido a valorar la salud. Globalmente hemos recordado, a veces de una manera cruda, que “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”; no tener salud nos ha ayudado a entender la importancia de un sector salud sólido, fuerte y con amplia cobertura poblacional. Pero no tener trabajo también nos recuerda su importancia, al igual que estar confinado en cuatro paredes nos hacer reconocer el valor de poder salir a las calles. La suma de todo lo anterior, es lo que en gran medida está provocando que esta cuarta ola no la enfrentemos del mismo modo que las primeras. Hemos aprendido algo en el camino, tanto empresas como gobiernos y sociedad. Es responsabilidad colectiva salir lo antes posible de este episodio.
No confinar a la población ayudará a que la letalidad económica y social también sea menor. Con todo, el virus ya ha contagiado a la economía, por lo que, la recuperación internacional no será como se esperaba, no obstante, el impacto será mucho menor que padecido en 2020.
Las mutaciones son altamente aleatorias. Es muy difícil, si no es que imposible, pronosticar qué tipo de mutación se convertirá en la dominante. Por lo mismo, existe mucha incertidumbre respecto al futuro cercano: casi cualquier cosa podría ocurrir. Ante tal escenario, lo mejor que podemos hacer es no bajar la guardia en todos lo sentidos: salud, familiar y laboral. El contexto es muy difícil, por lo que es importante valorar lo que tenemos y no esperar a perderlo.
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Se ha vertido mucha tinta sobre la desincorporación de Banamex de parte de Citigroup. Estos eventos ocurren todo el tiempo en todo el mundo: simplemente los administradores de las empresas deciden incursionar en negocios diferentes que son de mayor interés para ellos. Aquí mismo en México, a lo largo de los años hemos visto que algunos bancos cambian de nombre al ser adquiridos por otros grupos. Banca Serfin, por poner un ejemplo, cambió de logo para formar parte de un grupo español. Lo mismo ocurrió con Bancomer, institución que paulatinamente a transitado a ser solo BBVA. Desde mi perspectiva, intentar ver más que lo anterior, es mera especulación.