La buena noticia del proceso electoral que tuvo lugar la semana pasada es que, según los datos proporcionados por el INE, la participación de votantes fue de las más altas en el pasado reciente de nuestro país. Llama poderosamente la atención que prácticamente todos los actores políticos se digan ganadores en este proceso. Bajo determinadas métricas probablemente así es: los resultados de la elección muestran que el partido en el poder no tiene, por sí mismo ni en alianza, el número de votos requeridos en la cámara de diputados para realizar cambios constitucionales. La ahora oposición celebra este hecho como un gran triunfo. Pocas voces dentro de la coalición opositora han dejado ver que este aparente triunfo no es tal, además, están perdiendo de vista que la pandemia muy probablemente no ayudó al actual Gobierno a tener mejores resultados. Si en 2024 la oposición quiere incrementar el número de votos tendrá que modificar su estrategia electoral y dar mejores resultados que los municipios y estados gobernados por el partido en el poder.
En definitiva, el gran derrotado es el PRI, que perdió varias gubernaturas y se ubica como la tercera fuerza política. Por otra parte, el partido que encarnó a la izquierda política durante lustros, el PRD, corre un riesgo real de desaparecer. El PAN se mantiene en la arena política y probablemente es el partido de donde emergerá un candidato fuerte capaz de enfrentarse en un mano a mano contra el candidato de Morena. Este último partido obtuvo varias gubernaturas y congresos locales. Desde esta perspectiva, la coalición opositora debería preocuparse pues, nos guste o no, el país se está pintando de guinda.
No debemos perder de vista que el proceso electoral tuvo lugar, todavía, durante la pandemia. La mayoría de la población todavía no está vacunada y, contra los deseos del actual Gobierno, se llegó a las elecciones sin poderse colgar la medalla de haber vacunado a un alto porcentaje de la población. Durante la pandemia hubo fuerte críticas, y las sigue habiendo, sobre los pocos apoyos otorgados a la iniciativa privada para reducir la quiebra de empresas y, con ello, minimizar la pérdida de empleos. Está por demás decir que el impacto económico del confinamiento fue brutal. Las críticas por el poco, y en ocasiones nulo, apoyo a las empresas vino tanto del sector interno como del resto del mundo.
El manejo de la pandemia también fue severamente criticado por Tirios y Troyanos, de igual manera, las críticas han surgido desde la propia sociedad mexicana y desde el resto del mundo. Desde mi perspectiva sabremos si las medidas tomadas fueron correctas o no después de algunos años. Así ocurre con varios eventos: debe transcurrir algún tiempo para dimensionar adecuadamente las políticas seguidas. Pero las críticas están a la orden del día en prácticamente todos los medios. En tal contexto se llevó a cabo el proceso electoral.
Estados Unidos hace unos meses tuvo su propio proceso electoral. El manejo de la pandemia le costó el puesto al entonces presidente Donald Trump. Brasil elegirá a su presidente el próximo año, está por verse el impacto de las políticas seguidas durante la pandemia. No es exagerado especular que el manejo de la pandemia se reflejará negativamente en las urnas. En México acabamos de pasar por un importante proceso electoral y los resultados en contra del actual Gobierno no se puede decir que lo hayan mermado, por el contrario, en términos de gubernaturas y de congresos locales, el partido en el poder ganó.
Los que antes eran partidos que llegaron a la obtener la presidencia deben hacer un mejor trabajo que el que han venido haciendo. No debemos perder de vista que en la democracia que tenemos tiene el mismo valor el voto de un pordiosero o de un humilde empleado de limpieza que el de los empresarios más ricos o los políticos más encumbrados. Las elecciones se ganan con votos, las campañas por supuesto ayudan, pero los resultados por la oposición realmente no son para celebrar, sino más bien para preocuparse. Tienen tres años para convencer al electorado de ser mejor opción que el actual partido en el poder. Una frase clásica en diversos campos sostiene que es imprudente esperar resultados distintos haciendo lo mismo: por lo tanto, deberían modificar su estrategia electoral si aspiran a desbancar al actual partido.